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jueves, 23 de febrero de 2017

La desidia abunda en el barrio Brisas del Morichal, pero en la casa de los Ibarra pesa más

Tal Cual
22-02-2017
Mariela Nava / El Pitazo


El hambre ardiente y las condiciones precarias de la promesa de "una vivienda digna" son el día a día de la familia Pereira Ibarra, un ejemplo más de la desidia que se vive en los barrios de Venezuela

En el sector Brisas del Morichal, al oeste de Maracaibo, viven los siete hermanitos Pereira Ibarra. Sentados en el piso curtido de lo que alguna vez fue la promesa de “una vivienda digna”, pasan los días descalzos, desnudos y con un hambre que les “quema la barriga”.

Con respecto a sus padres, hace seis meses Johan Pereira dejó a su esposa Ana Mabel Ibarra luego de una discusión, y ella se fue a Colombia dejando a sus siete hijos con su madre.

Julia Beatriz Ibarra, de 77 años, la abuela materna, se quedó con siete de los niños esperando que su hija cumpliera la promesa de trabajar duro en Colombia para darle de comer y mejorar el futuro de sus nietos, pero no fue así. La anciana contó:

Vendió todo para darle de comer a los infantes y la única olla que le quedó para cocinar hervía en un reverbero. Eran casi las 11.00 a. m. y los niños y su abuela solo tenían en el estómago un pedazo de yuca desde la tarde anterior. “Puse a hervir unos huesos que me regalaron porque no tengo más nada que darles hoy”.

Hace más de un mes se bañan solo con agua. Dos colchones sucios y olorosos a orín sirven para dar descanso a los niños cuando el llanto los vence. “Ahí se acuestan, ahí dormimos todos. Yo casi no duermo porque la casa no la han terminado y no tiene cerraduras ni protecciones, me da miedo que se meta alguien en la noche y le haga daño a mis niños”.

Erupciones en la piel, infecciones estomacales y escabiosis son algunos de los cuadros que ya comienzan a notarse en los niños, mientras que los problemas cardíacos y de hipertensión de la anciana se intensifican cada vez más.

Marco Antonio Pereira Ibarra es el hermano menor, tienen un año de edad y una hernia testicular que lo hace llorar a cada rato. “Tiene gripe. Pasó toda la noche con fiebre. A veces se le ponen las bolitas grandes de la hinchazón”, relató una vecina. Víctor Daniel Pereira Ibarra, de 10 años, no ve del ojo derecho. Al parecer, lo operaron por una infección y por falta de medicamentos perdió la operación y con ella la vista.

En la única olla que le queda a Julia solo alcanza para hacer sopa de huesos.

“Mi hermana dijo que no quería saber nada de muchachos, que ella no iba a regresar. Se mudó de donde estaba y le perdimos la pista. Ella no quiere saber nada de sus hijos”, informó Darwin Molina, hermano de Ana Mabel. Él y dos hermanos más ayudan a Julia a mantener a sus nietos, no obstante, el hombre que se gana la vida vendiendo frutas en un semáforo en la zona Sur reveló: “no es fácil porque cada uno de nosotros tiene su responsabilidad, sin embargo, nosotros como hermanos tratamos que ni ellos ni mamá pasen hambre pero eso es imposible”.

Conteniendo las lágrimas, Darwin reprochó el proceder de su hermana: “Si ella no iba a ser responsable no tenía que haber parido tanto, ahora qué hacemos nosotros, porque parte el alma saber que pasan hasta dos días sin comer”. Calificó a su hermana de irresponsable y advirtió: “Si no viene, yo la voy a buscar y la meto presa por mala madre, ella tiene que responder por sus hijos”.

Joselyn Ibarra, tía materna de los pequeños dijo que los dos niños mayores, Joswuard José, de 11 años, y Eli Daniel, de 13, corren peligro. Al primero se lo llevó su abuela paterna. Según su tía, esta lo obliga a trabajar: “Ella lo explota, vende bolsas en Mercamara”. Del mayor temen que tome malos pasos: “Él estudia, pero quiere dejar de ir para el liceo para ponerse a trabajar para darle de comer a sus hermanos, esto es difícil, porque los niños no deben pasar por esto”.

Lea más información en El Pitazo.

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