ATENCIÓN USUARIOS DE ARAGUA SIN MIEDO

La computadora desde donde actualizamos la página web de la organización y publicamos los anuncios de los eventos está dañada desde la mañana del domingo 12 de marzo de 2017, por lo que les informamos que haremos una pausa técnica en la actualización mientras resolvemos los inconvenientes. Gracias por su atención!!!

sábado, 7 de enero de 2017

CRÓNICA | La moto dejó de ser el vehículo para escapar de la pobreza

Ausencia de clientes condena a mototaxistas al hambre

Bianile Rivas | Nayrobis Rodríguez | Lorena Bornacelly | El Pitazo
Enero 6, 2017 10:43 Pm


Contaba una vez la leyenda que tener una moto en Venezuela y usarla para llevar pasajeros que quieran librarse de las colas, así, de un lado a otro, podía hacerte una persona con un respetable ingreso.

La leyenda tomó tanta fuerza que un nuevo oficio comenzó a gestarse y nacieron los mototaxistas, que se multiplicaron en paradas y esquinas.

Lea también:CRÓNICA | Cualquier excusa es buena para espantar el hambre mientras se trabaja

La historia no era del todo mítica. En 2015 un mototaxista podía registrar un ingreso promedio de tres mil bolívares diarios, lo que le permitía un ingreso mensual de unos 80 mil bolívares, muy por encima de los Bs. 9.650 bolívares establecidos como sueldo mínimo en esa época.

Con ese dinero, podían salir, comprar teléfonos, hacer mercado y mantener una familia. La moto fue el vehículo para salir de la pobreza y mejorar de estatus en el barrio. Hoy en día, el ingreso mensual de un mototaxista puede oscilar entre 60 y 100 mil bolívares en un mes. Esa cifra le alcanza a duras penas para comer. La leyenda no tiene un final feliz.

Eso lo sabe bien Eduardo José Bareño, quien pasó de conuquero a mototaxista. Hizo su vida en el campo del estado Portuguesa. A sus 56 años, no halló otro oficio que el de hacer transporte en su moto. “Aquí a nadie le alcanza nada. No hay empleo sostenido que te dé para comprarte un pollo en cinco mil bolívares, un kilo de azúcar en 4.500 o un kilo de café en ocho mil o nueve mil bolívares,” revela el hombre, sentado sobre la moto que conduce en la ciudad de Guanare.

Bareño asegura que a pesar de lo que se gana como mototaxista, “los apremios de salud se los deja a Dios, porque cómo pago una operación o un tratamiento médico haciendo pocas carreritas. Porque la gente cada día recorta sus gastos. Y sin clientes no hay real, sin real no hay comida, sin comida hay hambre”.


Otro detalle que golpea a los mototaxistas es el incremento del mantenimiento e insumos de la moto. “Algunas veces la cena no llega. No hay dinero y lo que uno reúne es para comprar un rodaje a esta moto, que cuesta 25 mil bolívares. Tengo que trabajar mas de dos semanas para reunir esa plata, sin derecho a comer ni a enfermarme”.

Las bondades de ser mototaxista también parecen llegar a su fin en Oriente. Emerson Parejo, residente del estado Sucre, no sabe cuándo terminó su buena racha. Saca cuentas y todo concuerda con la ascensión al poder del presidente Maduro.

Lea también: FOTOS | ​Nunca pensé que el hambre sería mi compañera en la vejez

“Es muy dura la situación que estamos viviendo, porque la comida es muy cara. A veces uno desayuna o almuerza y no cena; a veces no hay almuerzo sino cena y es lo que se come en todo el día. Yo era de comer en la calle a diario. Ahora en mi casa no logramos tener las tres comidas. Tengo tres hijos y todos nosotros estamos sobreviviendo y lo poco que se consigue es para ver si se puede comer”, dice el hombre, que espera clientela en Cumaná, en donde la moda de caminar se impone y los clientes se hacen esquivos.

Pero la crisis suma más detalles pesimistas contra los motorizados taxistas: “Lo peor es cuando se me daña la moto. Debo empeñarme con los prestamistas para poder comprar aunque sea un caucho. Yo ruego que nada se le eche a perder, porque solo puedo reponerme con plata prestada. Entre la preocupación y la falta de comida he rebajado diez kilos en los últimos seis meses”.


La disminución de la clientela, el ingreso congelado y la inflación también someten a los mototaxistas en los andes venezolanos.

En San Cristóbal, Edwin Martínez saca cuentas y ni él mismo se explica como vive. Tiene un hijo y su hogar lo mantiene con apoyo de su esposa, que trabaja como vendedora informal en el centro de la capital del Táchira.

“El sueldo no alcanza para nada. Uno lo que recibe lo usa para ir comprando a diario y salir del paso. Se cambian los hábitos. Se recorta la compra. Se pide prestado. Se pone la moto en garantía. Y se come menos. Aquí en el Táchira la mayoría de productos son colombianos y los precios son excesivamente costosos; imposible comer bien con esos precios”.


La moto dejó de ser el vehículo para escapar de la pobreza. Hoy quienes las manejan se conforman con que les permita, al menos, escapar del hambre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario