La participación de grupos armados, que habrían actuado junto con policías y militares en la represión de los manifestantes opositores, es una tesis que ha aparecido y desaparecido / Archivo El Nacional
A dos años de la marcha en la que mataron a Juancho Montoya y Bassil Da Costa las investigaciones están cubiertas de dudas. Hay dos detenidos y siete funcionarios de seguridad en régimen de presentación. Ambos homicidios se comenzaron a investigar conjuntamente, pues tienen similitud de circunstancias, involucrados y pruebas. Sin embargo, fueron separados a partir de la entrega voluntaria de Hermenegildo Barrera Niño, presunto homicida del máximo líder de 107 colectivos oficialistas de Caracas. La participación de grupos armados, que habrían actuado junto con policías y militares en la represión de los manifestantes opositores, es una tesis que ha aparecido y desaparecido. Barrera Niño podría salir en libertad en tres meses, pues no hay evidencias concluyentes en su contra. De esta forma, la primera muerte de ese día quedaría impune. El juicio en contra de José Perdomo, el sebin que disparó contra Da Costa, tuvo que ser reiniciado en noviembre porque la juez fue destituida
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14 DE FEBRERO 2016 - 12:01 AM
“Maduro fue el primero que contaminó la investigación”, afirma el criminólogo Javier Gorriño al recordar que el presidente de la República se apresuró a informar que los dos primeros asesinatos ocurridos al final de la marcha opositora que se llevó a cabo el 12 de febrero de 2014 fueron cometidos con una misma arma. “Fueron asesinados con la misma pistola. Quien asesinó primero a Juancho, después disparó contra Bassil Da Costa”, aseguró el jefe del Estado en cadena nacional, al día siguiente de los hechos que, dos años después, siguen envueltos en la bruma de la incertidumbre y la impunidad.
La investigación de esos homicidios, los primeros de 42 que ocurrieron durante los meses de conflictividad y protestas que marcaron 2014, partió con la falla de origen de la declaración adelantada de Maduro. “En un país presidencialista, donde no hay división de poderes, el peso de una declaración pública de este calibre por parte del presidente de la República es determinante, concluyente. ¿Qué funcionario subalterno se va a atrever a contrariar la versión presidencial? Esa expresión le hizo mucho daño a la investigación, porque la mimetizó con una intencionalidad política, lo cual no es nuevo en este gobierno. Igual pasó con Danilo Anderson, Eliécer Otaiza, Robert Serra”, asegura el también criminalista Fermín Mármol García.
El presidente trabajó desde el primer día en configurar culpables y víctimas. No escatimó elogios para honrar la memoria de Juan Crisóstomo Montoya González, de 51 años de edad, quien fuera el máximo líder del Secretariado Revolucionario de Venezuela, que agrupa a 107 colectivos de la Gran Caracas. Maduro identificó a “Juancho” como un dirigente social que se forjó desde los años setenta y que se había unido al desarme promovido por el Movimiento por la Paz y la Vida. Aseguró que Montoya se había pacificado y que, al igual que todos los colectivos que dirigía, había entregado “unas armas viejas que utilizaron en los ochenta para defenderse de la delincuencia y las bandas criminales”.
El jefe del Estado omitió otros datos importantes sobre Montoya, por ejemplo que en 2008, cuando estaba adscrito a la Policía de Caracas, fue acusado por el lanzamiento de un artefacto explosivo contra la sede de Fedecámaras, hecho en el que murió su acompañante, Héctor Amado Serrano.
Por el contrario, Maduro se refirió a Bassil Alejandro Da Costa Frías, de 24 años de edad, como un joven carpintero que inicialmente fue confundido con un estudiante de la Universidad Alejandro Humboldt. “Parece militante de estos grupos radicales”, deslizó. Otra vez la criminalística se encargaría de enmendar los errores de los juicios de valor emitidos por el presidente, pues a Da Costa le fueron practicados exámenes de análisis de trazas de disparo y se verificó que el 12-F no accionó armas de fuego.
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“Maduro fue el primero que contaminó la investigación”, afirma el criminólogo Javier Gorriño al recordar que el presidente de la República se apresuró a informar que los dos primeros asesinatos ocurridos al final de la marcha opositora que se llevó a cabo el 12 de febrero de 2014 fueron cometidos con una misma arma. “Fueron asesinados con la misma pistola. Quien asesinó primero a Juancho, después disparó contra Bassil Da Costa”, aseguró el jefe del Estado en cadena nacional, al día siguiente de los hechos que, dos años después, siguen envueltos en la bruma de la incertidumbre y la impunidad.
La investigación de esos homicidios, los primeros de 42 que ocurrieron durante los meses de conflictividad y protestas que marcaron 2014, partió con la falla de origen de la declaración adelantada de Maduro. “En un país presidencialista, donde no hay división de poderes, el peso de una declaración pública de este calibre por parte del presidente de la República es determinante, concluyente. ¿Qué funcionario subalterno se va a atrever a contrariar la versión presidencial? Esa expresión le hizo mucho daño a la investigación, porque la mimetizó con una intencionalidad política, lo cual no es nuevo en este gobierno. Igual pasó con Danilo Anderson, Eliécer Otaiza, Robert Serra”, asegura el también criminalista Fermín Mármol García.
El presidente trabajó desde el primer día en configurar culpables y víctimas. No escatimó elogios para honrar la memoria de Juan Crisóstomo Montoya González, de 51 años de edad, quien fuera el máximo líder del Secretariado Revolucionario de Venezuela, que agrupa a 107 colectivos de la Gran Caracas. Maduro identificó a “Juancho” como un dirigente social que se forjó desde los años setenta y que se había unido al desarme promovido por el Movimiento por la Paz y la Vida. Aseguró que Montoya se había pacificado y que, al igual que todos los colectivos que dirigía, había entregado “unas armas viejas que utilizaron en los ochenta para defenderse de la delincuencia y las bandas criminales”.
El jefe del Estado omitió otros datos importantes sobre Montoya, por ejemplo que en 2008, cuando estaba adscrito a la Policía de Caracas, fue acusado por el lanzamiento de un artefacto explosivo contra la sede de Fedecámaras, hecho en el que murió su acompañante, Héctor Amado Serrano.
Por el contrario, Maduro se refirió a Bassil Alejandro Da Costa Frías, de 24 años de edad, como un joven carpintero que inicialmente fue confundido con un estudiante de la Universidad Alejandro Humboldt. “Parece militante de estos grupos radicales”, deslizó. Otra vez la criminalística se encargaría de enmendar los errores de los juicios de valor emitidos por el presidente, pues a Da Costa le fueron practicados exámenes de análisis de trazas de disparo y se verificó que el 12-F no accionó armas de fuego.
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