Entonces olvidémonos de los discursos superficiales y veamos las cosas por lo que son. Un grupo de personas, la élite chavista, logró retroceder el sistema político a algo entre una monarquía real y un régimen autoritario moderno
DIEGO OTEYZA
Anteriormente a este proceso la forma de obtener y mantener el poder era comúnmente la violencia. En Venezuela vivimos de primera mano esta realidad; las constantes y sangrientas "revoluciones" de los siglos XIX y XX y los gobiernos que les sucedieron, significan hasta hoy alrededor de las tres cuartas partes de nuestra historia republicana.
Pero lo que ensayamos en las primeras elecciones realmente democráticas allá en 1948, y luego creímos haber conquistado después del 23 de enero de 1958, fue que la vida en común en Venezuela, es decir la política, sería manejada con base en el respeto a las leyes, la pluralidad y los derechos humanos.
Pero la llegada del régimen chavista al poder empezó a significar cada vez más el retroceso de la política a esa etapa pre-democrática. Sus inclinaciones totalitarias, la continuada destrucción de las instituciones políticas neutrales y adversas, y la cantidad de poder amasado, les ha permitido a los líderes de la "Revolución" construir un gobierno donde "el pueblo" es el argumento pero no el sujeto de la acción política, y donde mantenerse en el poder es la verdadera obsesión y resultado aceptable.
Entonces olvidémonos de los discursos superficiales y veamos las cosas por lo que son. Un grupo de personas, la élite chavista, logró retroceder el sistema político a algo entre una monarquía real y un régimen autoritario moderno.
Así que si la intención de los sectores políticos que le adversamos, y de al menos una porción importante de la población, es alcanzar un sistema democrático constitucional donde no lo hay, no podemos pretender lograrlo con documentos, peticiones o indignación pasiva.
Llevamos 14 años de luto y seguimos esperando que una enfermedad, un rayo o un golpe de suerte nos devuelvan al camino correcto. Es indispensable e impostergable que entendamos que la democracia en ningún lado y en ningún momento se ha conquistado sin sudar, sin calle, sin organización y sin ideas. Cada uno de nosotros debe encontrar su rol en esta historia; la de espectador vale, pero es como triste.
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