Importa, en cambio, dos órdenes de cosas. La primera, es que ningún sustituto dispone de las condiciones personales de Chávez, de las facultades que fue desarrollando a lo largo del ejercicio del poder y de la carencia absoluta de contralores de su acción
OSWALDO BARRETO
Y como acompañamiento de fondo de este contrapunto sereno y hasta armónico están siempre las voces que dan cuenta de, ellas si en tono discordante, de la salud del presidente Chávez. Persiste, entonces, la duda, la inquietud, el cuestionamiento y hasta las protesta pública por la decisión del régimen de imponernos, por la vía brutal de los hechos y la de sofisticadas interpretaciones del Derecho, a Hugo Chávez como el Presidente actual de Venezuela.
Pero frente a esta posición se hace cada más evidente que nos encontramos ante UNA REAL SUSTITUCION de las funciones que ha cumplido el Presidente Chávez y las que, en base a ellas y a su libérrima voluntad, ha impuesto a otras instituciones, organismos o individuos; ahora son otras personas las que las desempeñan, que las cumplen o las hacen cumplir.
Poco importa que quienes sustituyen al Presidente Chávez asuman esta condición de manera disfrazada y vergonzante o que de buena fe piensen y sientan que cuanto hacen es llevar a la voluntad del Presidente y no el propósito de sustituirlo; los hechos ponen en evidencia que quienes adelantan las políticas públicas y las menos públicas lo hacen como si Chávez se los estuviera ordenando, tal cual lo hacía antes, a pesar de que se daban muy bien que Chávez no estar en condiciones de dar ordenes. Maduro es Nicolás Maduro y no Hugo Chávez, tal como Chávez ha sido Hugo Chávez y no Simón Bolívar.
Importa, en cambio, dos órdenes de cosas. La primera, es que ningún sustituto dispone de las condiciones personales de Chávez, de las facultades que fue desarrollando a lo largo del ejercicio del poder y de la carencia absoluta de contralores de su acción.
Y el otro orden de cosas, como tantas veces lo hemos dicho en estas páginas, es que el escenario económico, fundamento de todos los otros escenarios de la vida en sociedad, como aún nadie ha rebatido, actual, actualísimo, es muy distinto al que Chávez vez tuvo la suerte de conocer y no pudo evitar la tentación de hacer todo para estropearlo.
Más que continuar argumentando sobre el carácter o el significado de esta sustitución, creo que la conclusión que se impone es la de saber si permitiremos que los nuevos gobernantes los de ahora o los que pueden venir en lo inmediato se empeñen en revivir los programas de Chávez. Pensamos, con la humildad del caso, que deberían recordar que los hechos, los crudos hechos, están, aquí y ahora, por encima de toda fidelidad o toda infidelidad.
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