La imagen simbólica de un Hugo Chávez ausente se utiliza como justificación para el ejercicio delegado del poder. El odio es uno de los ingredientes fundamentales de la religión civil que se intenta imponer sobre la sociedad venezolana
MIGUEL ÁNGEL LATOUCHE
Pero nada, a veces me falla la inteligencia, y enseguida lanzo mi opinión en contra de lo que considero una interpretación absurda, que inventa figuras jurídicas inexistentes, que coloca en riesgo nuestra lógica institucional, que auspicia la usurpación de cargos públicos, etc.
- ¡Qué bolas!, yo pensaba que tú eras un tipo razonable y no eres más que un miserable escuálido-, me dice.
- ¿Es que no tengo derecho a pensar lo que pienso?, respondo.
- No, no lo tienes, eres un desconsiderado, no te importa la salud del Presidente.
- Al contrario, respondo me interesa, me gustaría saber cuál es la situación real.
- Me gustaría conocer el parte médico.
- Ese es un asunto privado, que no le interesa a nadie, ustedes son necrófilos, me responde, al tiempo que me da la espalda y se va mascullando insultos entre dientes.
Yo he decidido continuar dándole los buenos días cuando me la consiga en el edificio, después de todo se trata de una señora entrada en la madurez y a mí me enseñaron a respetar a los mayores. Más allá de la anécdota, el caso refiere la manera cómo desde el ejercicio del poder público se nos ha inoculado la intolerancia. Acá vive gente a la cual le parece bien calificar de enemigo a todo aquel que piense diferente.
El odio es uno de los ingredientes fundamentales de la religión civil que se intenta imponer sobre la sociedad venezolana. Así pues, uno no puede pensar con independencia, no puede cuestionar las acciones de los funcionarios públicos, ni puede no estar de acuerdo con una Sentencia que a todas luces parece contradecir el espíritu de la Constitución, que coloca el poder el manos de un funcionario que no ha sido electo, que barniza el ejercicio del poder con una delgada capa que no cubre las imperfecciones de un arreglo en el cual nadie ha sido juramentado.
Entonces toca calarse los berrinches de Maduro solicitando reconocimiento para unas funciones para las cuales no tiene soporte constitucional y a Diosdado imponiendo sus criterios en la Asamblea Nacional.
Se trata de una religión silenciosa, en la cual la imagen simbólica de un Hugo Chávez ausente se utiliza como justificación para el ejercicio delegado del poder, para la movilización popular, para la convocatoria a la unidad de la Fuerza Armada. Nada más ridículo que movilizar a un montón de gente para juramentarla en un acto público en el cual, en un claro acto de injerencia, presidentes extranjeros toman la palabra para insultar a quienes no estamos de acuerdo con este devenir.
Se supone que somos una República Civil, ahora bien, los Santos Sacerdotes, esos que interpretan el silencio del Presidente, esos que ahogan la discusión, los mismos que abren procedimientos en contra de Globovisión porque les cae gordo, pretenden que no digamos nada, que seamos como Chávez, que dejemos de sentir y de pensar.
La movilización del 10 de enero se nos ha vendido como un acto en defensa del Presidente, a mí me gustaría saber dónde está el Presidente, cuál es el mal que le aqueja, cómo va su recuperación, cuándo regresa a gobernarnos, cuándo juramenta al gabinete. Son ellos los que le mantienen secuestrado, son ellos los que se aprovechan de su enfermedad para ejercer un poder que no les corresponde, son ellos los que manipulan a la gente en función de sus intereses mezquinos, son ellos los que han puesto en jaque el funcionamiento del sistema de división de los poderes públicos.
Uno espera que regrese el Presidente y que regrese pronto, el es un tipo divertido, ocurrente, que nos jode con cariño. Estos tipos son aburridos, son muy propensos al lugar común, les faltan ideas y al parecer son mucho más radicales, peligrosos y fundamentalistas. Vivimos una situación de crisis institucional, que pone en peligro nuestro funcionamiento republicano, que nos coloca demasiado cerca de La Habana, que nos pone en riesgo de quemarnos.
Ya que la Constitución es un mero formalismo, esperemos que publiquen los nuevos catecismos, que los predicadores vengan y coreen las tonalidades de la nueva palabra revelada, esperemos que Maduro regrese de Cuba, como Moisés, con nuevos mandamientos que seguir por la gracia de nuestro Señor.
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