Paula Vásquez - Tal Cual
Hoy, a dos días de las elecciones en Venezuela, Chávez juega la carta de la víctima mundial. Para ello recurre a la ayuda de los franceses JeanLucMelanchonyIgnacio Ramonet quienes publican un artículo en el diario Le Monde donde califican al presidente venezolano de ser « el jefe de estado más difamado del mundo ». La cosa es como para ponerse a llorar por la terrible suerte de tan respectado demócrata que tiene que enfrentarse a unos lobos feroces mundiales que lo descalifican y no reconocen sus maravillosos logros de gobierno. La mitad de los venezolanos no saben reconocer pues las maravillas que ocurren en ese codiciado "islote de resistencia de la izquierda al neoliberalismo". El mejor párrafo es cuando los dos apóstoles de la izquierda radical francesa señalan que Chávez ha hecho maravillas en lo que concierne "una ambiciosa política de gestión del territorio: carreteras, rieles de trenes, gasoductos, represas y oleoductos". Es que provoca ponerlos a hacer la cola para pasar por el puente de Cúpira o ponerlos a esperar un carrito por puesto.Afirman además que el gobierno de Chávez ha sido muy respetuoso de los "imperativos ecológicos".
¡Qué cinismo ilimitado! ¡Cuando el propio diario semanal le Monde Diplomatique, dirigido por Ramonet, hizo una serie de reportajes sobre los desastres ecológicos en Venezuela durante la revolución bolivariana hace unos meses! Todos los ecologistas del mundo saben que la situación ambiental venezolana es dramática.
Ni la palabra "corrupción" ni la expresión "tasa de homicidios" aparecen en el mencionado panfleto. Es fácil pensar en efecto que semejante defensa incondicional sin la mas mínima distancia crítica no puede ser sino pagada con dinero o favores. Ya me vendrán a hacer un juicio por difamación como acostumbran los poderosos firmantes. Pero qué más. El domingo los venezolanos decidirán y se manifestarán. Veremos qué pasa. Lo que si es que tanta adulación en política no puede ser sino pagada.
Cuantas delegaciones de los partidos comunistas europeos no pasearon por la Unión Soviética y volvían diciendo que aquello era el paraíso. Cuantos no dijeron que los gulag no eran sino un rumor. Cuantos no paseaban por Cuba y volvían fascinados. Uno me dijo una vez "se ve que los cubanos son felices porque tienen todos los dientes".
Así son los indicadores de bienestar de la izquierda radical. Hipócritas y acomodaticios. Justificando los autoritarismos porque son populares. En manos de los electores venezolanos queda la última palabra.
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