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Pero, sobre el punto se podría hilar aun más de la madeja del absurdo. En primer lugar, sorprende que no esté en la igualdad establecida soberbiamente "El Partido". ¿No es importante y necesario el partido político que lo respalda para el Presidente, para el líder supremo? Al parecer no. Y si no es necesario el partido entonces, no es necesaria la militancia. Así, es posible la existencia de una relación entre Estado-Gobierno-Líder de manera directa con el pueblo, léase la "masa" en el sentido arendtiano. Teniendo esa relación, en tanto que masa un basamento "utilitario": YO te doy, tú me das. Yo te entrego misiones, dinero, franelas, carros, casas, maquetas, ilusiones y mentiras (y mi sacrificio por la Patria para salvarte); y tú me cedes la libertad y el aplauso, el apoyo y el respaldo, tu presencia cuando la requiera y claro, tu voto.
Desde esta perspectiva y siguiendo nuevamente a Hannah Arendt, esa relación utilitaria de: yo te doy-tú me das; tarde o temprano transforma a esa masa en "populacho", al cual se le exige su entrega y sacrificio y la cesión de su libertad, pero esta vez a cambio de nada, sólo del reconocimiento del Líder por su acto de despojo de ciudadano. Esa entrega condujo a la sociedad alemana de los años 40 a la guerra y a la división de su nación por cinco décadas. No se afirma que el destino de la sociedad venezolana sea transformarse en populacho, la propia sociedad no lo permitiría, más aún, no lo ha permitido. La afirmación del jefe de Estado, quizás signifique que él mismo está separando su condición de jefe de Estado de la de líder político. Peligroso, cierto, para él, fundamentalmente. Pero, ¿esta separación ya no vendría a significar una toma de posiciones para el futuro cercano? ¿Un reacomodo estratégico propio ante una eventual pérdida de elecciones? Podría ser, pero lo que nuevamente se aprecia como clave es la ausencia en la igualdad del partido político, de "SU" partido político.
A la luz de estas reflexiones, es significativo el acto realizado en días pasados en Carabobo en el cual el Líder Supremo anuncia a la masa, a su masa, la designación de un candidato para la gobernación de ese estado. Las reacciones de la masa ante la decisión suprema sorprende al líder y reacciona: Lo digo yo y se hace y se acepta y se acata y punto. Entonces, la reacción permite apreciar que la relación que pretende establecer con su masa, para él, no es ya utilitaria (yo te doy-tú me das), no, es de cesión total: Ustedes obedecen y se acabó. Desde esta perspectiva, para el líder la masa que lo apoya, su pueblo, ya no es masa: es populacho, entregado incondicionalmente a las decisiones y pareceres del líder, porque él es ellos y, además es gobierno y Estado, lo que significa que es el amo de los recursos. Y cabe preguntarse ¿Estarán enterados los seguidores del líder de esta circunstancia? ¿Estarán dispuestos a ceder incondicionalmente su libertad, su capacidad de decisión y su conciencia al Líder Supremo? Hace unas semanas en una entrega previa, comentábamos del reconocimiento de una ética de la libertad como fundamento del ejercicio ciudadano en sociedades de corte democrático, estando basada dicha ética en una racionalidad igualmente democrática, opuesta a una irracionalidad autoritaria y/o totalitaria, esta última excluye el valor de la tolerancia absolutamente de sus principios, reputa al adversario como enemigo al cual es necesario destruir y aniquilar y, no menos importante, pretende y persigue homogeneizar a la población toda bajo un pensamiento único, dogmático, segregador, maniqueísta y fanático. La racionalidad democrática se basa en los aspectos contrarios enumerados, y además pretende que dicha racionalidad (como elemento práctico del sistema) sea asociada a la construcción de decisiones políticas que tengan como objetivo la atención y la resolución de las problemáticas públicas que afecten a la sociedad toda, sin discriminación, lo que de suyo supone elevar la calidad de vida de toda, repetimos, de toda la sociedad sin distingo ninguno.
Esta reflexión pudiera quizás explicar, la ausencia aludida del partido político en la igualdad. ¿Por qué? Porque tradicionalmente en nuestro país civil, el partido es un espacio de debate y discusión, de generación de acuerdos, también de enfrentamientos y graves rupturas y separaciones.
Y estos elementos lógicos del debate político confrontado y abierto, no se acepta estén presentes en la igualdad. No, la sumisión debe y tiene que ser absoluta, asumida, consiente y ciega. No hay espacio, no puede haberlo, para la opinión, la disidencia, la discusión. Sólo la verdad del Líder Supremo infalible, es la verdad, simple y sin revisiones. Por lo tanto no hace falta el partido, es más estorbaría al parecer, sólo se requiere una unidad Estado-GobiernoLíder Supremo. Estamos ante una verdadera evolución en la estructura del pensamiento totalitario ¡Vaya logro! Pero, afortunadamente existe un pero, una mayoría de la sociedad se alista para un cambio de rumbo en la vida política de la nación. Una vez reaprendida la lección, se prepara la población para la retoma institucional de la democracia, para la reconstrucción de los lazos y de la unión de los venezolanos, para la disolución de la igualdad Estado-Gobierno-Líder, si alguna vez existió más allá de los sueños trasnochados de un aprendiz de dictador frente al espejo. Se prepara el país para el diseño de los procesos de transición, para el reacomodo de los factores productivos, para el debate franco, la discusión y el enfrentamiento válido y respetuoso. Pero también, se prepara para darle la mano a buena parte de los que creyeron en el sueño posible de una Venezuela próspera bajo el paraguas del militarismo, la discriminación y la intolerancia política.
A esos compatriotas que creyeron en un redentor inmaculado e infalible, hoy engañados, decepcionados y frustrados, les enviamos un gran abrazo de hermanos y les decimos: ¡Bienvenidos de nuevo a la democracia posible, al futuro cierto de todos, por todos!
oropezag@gmail.com
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