GREGORIO SALAZAR - Tal Cual
Ante todo, perdona que te haya tenido abandonado por tantos días. Tú sabes cómo vivimos en este país de historietas. Aquí se suceden en una sola jornada las aventuras y desventuras que en otros países no ocurren en años. De manera que los venezolanos vivimos el tiempo reconcentrado, con la ventaja de que vemos el presente convertido en pasado mientras nos inventan el futuro y nos fabulan la historia. ¿Tú te acuerdas de los cuentos que le hacía La Pequeña Lulú a Memo, su travieso vecinito? Bueno, así, pero mientras ella lo hacía para corregirlo mediante el ejemplo, aquí es para todo lo contrario. Te escribo, más que todo, para que cuando pase el tiempo pueda recordar este día tal como nos lo trae la prensa de hoy, con pacientes de hospitales públicos que deben pagar todo para ser operados (eso se llama una población bien paciente); o que el banco que tiene el dinero de todos admita que hay escasez crítica de automóviles (¡menos mal!) y de alimentos.
O sea que esto no es como la casa del señor Jorge Tapia, el papá de Toby, y tampoco como la de la familia Mota, donde nunca se dice que falte aceite ni leche, ni carne, y esa es la parte que le estamos envidiando a las comiquitas. Las casas se rompen sin estrenarlas y la gente protesta todos los días porque no tiene ni techo ni trabajo. Como te podrás imaginar, querido diario, aquí hay gente que se está portando mal porque no cumple con lo que le manda el guión. Se sale de la viñeta y comienza a causar estropicios por todos lados. Quiere hacernos ver que todo transcurre como en una historia de graciosos dibujos animados, cuando todo corresponde más bien a una serie del Monje Loco. El Presidente, bien. Rodeado siempre de la misma gente. Han pasado los años, catorce para ser exactos, y ese club se ha ido llenando de arrugas, ojeras verdiazules y patas de gallinas y hasta de avestruces. No, querido diario, allí ya no hay Segundo Debut ni crema reafirmante que valga. Menos mal que es así. ¿Tú te imaginas que fuera como en el Club de Toby, donde ni él ni Fito, ni Tino, ni Lalo envejecen? Así que con esos rostros pasa lo mismo que con las cifras de la inflación y el desempleo: las maquillan y las maquillan pero la realidad sigue tercamente allí, ajándole el traje al proceso.
Hoy también dice la prensa que el presi ha dicho que su salud está bien, "todo está bien, todo está bien, todo estará bien".
En esto de su salud ya son tantas las idas y venidas que a lo mejor pasará como en el cuento del pastorcillo aquel, que cuando de verdad vino el lobo nadie le creyó. "¡Que tengo un retortijón!", dirá después de comerse una arepa con chicharrón, y la gente a su lado le responderá: "Hugo, ¿vas a seguir con eso?". De todas maneras su jubilación está cerca y seguro que cuando esté en casita o haciendo sancochos a las orillas del Arauca, como nos lo ha prometido, se va a sentir mucho mejor.
Por cierto, el miércoles no se debe haber sentido muy bien, pues la prensa cuenta que hubo gente que pasó doce horas y media, ¡medio día!, recordándole algunas de las mentirijillas en que han resultado sus promesas de tantos años. Fue un verdadero telemaratón, incluso hasta pusieron un corazoncito, eso sí, partío como el puente de Cúpira, como se estila en los eventos benéficos. No te imaginas, querido diario, la cantidad de cosas que le sacaron: que si ofreció millón y medio de casas; que no hizo el tren "mollejúo" que le juró a los zulianos; que iba a acabar con los apagones; que no habría niños de la calle; industrias, gallineros verticales, cultivos hidropónicos, fundos, empanadas de todos los sabores, acueductos, gasoductos, carreteras, hospitales, universidades, fabulosos parques, guarderías. Pero nada. ¡Qué pena con ese señor! Ya da igual que ofrezca ponerle aire acondicionado al Puente sobre el Lago que decir que le va a dar una mano de pintura a una escuelita. Igual la gente no se lo cree.
Recordarás, querido diario, que estamos en campaña electoral. ¡Eso sí está bueno! Todos estamos convencidos de que llegó la hora de pasar la página de esta historieta, donde ocurren más desastres y sufre más gente que en una de Batman o Supermán. Pero ya se agotó el tiempo de los superhéroes y ahora lo que viene es trabajo en conjunto. Claro, hay un protagonista a la cabeza y es el flaco Capriles, de quien después de su sensacional victoria del 7-O también aspiramos que se mantenga en forma para las olimpíadas del 2016. Ha resultado un atleta de alta competencia, no sólo en lo político, sino también en pista y campo. Estoy convencido de que no habrá etíope, nigeriano ni kenyano que le aguante el trote en la maratón de Río. ¿Tú te imaginas lo que sería ver a nuestro Presidente en competencia con la banda tricolor al pecho? ¡Puro furor como el que lo sigue en los pueblos! Y con esta buena nota me despido con la promesa, querido diario, de volverte a escribir muy pronto.
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sábado, 8 de septiembre de 2012
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