HARRY BLACKMOUTH - Tal Cual
Si uno escucha hablar en estos días a los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Venezuela, Hugo Chávez Frías, opinaría que son hermanos gemelos secuestrados por gitanos en su infancia.
Ambos, básicamente, han colocado en segundo plano un mensaje de esperanza y de optimismo, y sólo apelan a la emoción más intensa que puede padecer el electorado: el miedo.
Por supuesto, hay diferencias en los discursos. Al menos hasta ahora, Obama nunca le soltó a su rival republicano Mitt Romney los improperios que Chávez ha rociado sobre su rival Henrique Capriles Radonski. Obama sigue manteniendo los buenos modales en la mesa, y todavía a nadie se le ha ocurrido cancelarle una invitación a una fiesta para no quedar mal ante los invitados (Además, ciertos insultos son de difícil traducción. Y en ocasiones, no corresponden a las normas de la semántica, sino de la psiquiatría).
Pero básicamente, el mensaje es el siguiente: si triunfan Romney o Capriles Radonski, lo que viene es Eneas.
RETROCESOS
Los republicanos y la oposición venezolana contemplan los años anteriores, y observan un panorama desolador.
Los cuatro años de la presidencia de Obama, o la condena a perpetuidad que han sido los años de Chávez, resultan una buena demostración de un deterioro en la situación de estadounidenses y venezolanos.
En el caso de Estados Unidos, basta observar las tasas mensuales de desempleo, con una mínima de un 8,3 por ciento, y una máxima de 9,5 por ciento durante los cuatro años de Obama. Las medidas para combatir el desempleo fueron relegadas ante la exigencia máxima: la de apuntalar a los bancos. Las medidas para salvar a millones de norteamericanos del foreclosure (reposesión de hipotecas o de préstamos de viviendas) han sido tímidas e inoperantes. Si alguien quiere saber la idea que tienen el gobierno demócrata de sus logros, basta ver la propuesta de calcomanía destinada al paragolpes que formuló el vicepresidente Joe Biden: "Osama bin Laden is dead and General Motors is alive". Osama bin Laden está muerto, y General Motors vive.
Como los logros de la administración Obama son escasos, y el comandante en jefe perdió los principales años de su mandato primero en una reforma del Medicare, un programa para el cuidado de la salud de retirados y pensionados, y luego intentando aplicar paños tibios a una situación económica que requería neurocirugía, los republicanos fueron avanzando como el fuego en la pradera.
Los demócratas que ganaron la presidencia en el 2008, y obtuvieron el control de ambas Cámaras del Congreso, ya para el 2010 habían perdido la Cámara de Representantes, en tanto su mayoría absoluta en el Senado se redujo a una mayoría relativa. También sufrieron una formidable paliza a nivel de las gobernaciones. De esa manera, el pueblo norteamericano demostró en las urnas su profundo descontento con Obama.
La situación no ha prosperado desde esos últimos comicios del mid-term. Y entonces, ¿por qué seguir votando por Obama? Ah, porque es el mal menor. Es evidente que los republicanos son mucho peores. Lo cual es cierto. Y no lo disimulan. Quieren aumentar los impuestos a la clase media, a fin de reducir los impuestos a los ricos. Lo dicen claramente.
Pues creen que los ricos instalan fábricas y dan trabajo a la población. Aunque lo que han hecho los ricos apenas Obama rescató a los bancos, fue fusionar las instituciones financieras para achicar la base plutocrática, en tanto las empresas productoras de bienes y servicios continuaron con su éxodo a países donde hay abundante obra de mano barata. ¿Y por qué no? Si el Estado no impone medidas para frenar ese éxodo, ¿quién se los puede impedir? Es tan pobre el arsenal de argumentos de los demócratas, que, según The New York Times , han cambiado sus prioridades. Hace cuatro años, la prioridad de Obama era demostrar que sí, que podía ser un buen presidente. "Este año", dijo el periódico, "debe demostrar que está conectado con la clase media", esto es, el sector que junto con los pobres ha sufrido más durante su mandato.
VIENE EL LOBO
En cuanto al presidente Chávez, además de usar su boca como una sentina, ha señalado en numerosas ocasiones los peligros de que triunfe el candidato opositor Capriles Radonski, una especie de genio del mal que quiere hundir la próspera economía venezolana.
De acuerdo al inédito diagnóstico de Chávez, la economía venezolana, lejos de hundirse, está floreciendo como una rosa. Y para eso, dice Chávez, basta ver lo que dicen "las agencias bancarias y las empresas mundiales". ¿Y qué dicen esas entidades? Que "Venezuela está hoy entre los primeros lugares en cuanto a crecimiento económico en este continente y en el mundo".
Evidentemente, el presidente Chávez y este cronista no leen los mismos periódicos y revistas financieras. Tal vez su información se limita a leer los fidedignos informes que le facilitan sus ministros y asesores, aunque nunca olvida de mencionar todo lo que asegura haber leído. Y lo creemos, sinceramente lo creemos. Pues ¿qué necesidad tiene de mentir? Pero más allá de esas positivas menciones a lo bien que funciona la economía de Venezuela, el resto del discurso presidencial intenta sembrar el miedo en la población. El pueblo venezolano, según Chávez, perderá todas sus conquistas sociales. Y seguramente los pueblos del mundo perderán a un gran benefactor. Y PDVSA dejará de ser la alcancía del bienestar social.
Y la férrea dictadura derechista que podría triunfar en Venezuela ordenaría a los obreros de PDVSA que ahora venden pollos, que retornen a sus tareas de mantenimiento, a fin de evitar que los cielos sigan iluminándose con los resplandores de las refinerías incendiadas, en tanto el resto del cielo sigue oscurecido con los cotidianos apagones.
También podrían perderse otras conquistas sociales, como esos retenes que han sido convertidos por los pranes en territorio libre de América. Y los habitantes del país caerán en el aburrimiento de ver que los servicios básicos funcionan, las universidades reciben un presupuesto decente, y los diplomáticos pueden convertir a sus embajadas en relucientes escaparates de la cordialidad y la verdadera grandeza de Venezuela, en lugar de ser sitios donde los malandros estrangulan embajadoras para que no les arruinen sus negocios.
En octubre en Venezuela, en noviembre en Estados Unidos, los electores decidirán si dan otra oportunidad al mandatario saliente, o si se animan a dar el gran salto adelante, plagado de imprevistos, pero también de esperanzas. Tanto en Venezuela, como en Estados Unidos, el discurso del incumbent parece agotado.
Lamentablemente, Mitt Romney será el próximo Presidente de Estados Unidos.
Afortunadamente, Henrique Capriles Radonski será el próximo Presidente de Venezuela.
ATENCIÓN USUARIOS DE ARAGUA SIN MIEDO
La computadora desde donde actualizamos la página web de la organización y publicamos los anuncios de los eventos está dañada desde la mañana del domingo 12 de marzo de 2017, por lo que les informamos que haremos una pausa técnica en la actualización mientras resolvemos los inconvenientes. Gracias por su atención!!!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario