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jueves, 13 de septiembre de 2012

La estrategia del miedo

Tal Cual

A los más pobres se les pretende atemorizar con la amenaza de que si Chávez perdiera el poder, ellos serían humillados, atropellados y esclavizados por los más ricos

FERNANDO LUIS EGAÑA

La convicción, la esperanza, la solidaridad, la conveniencia y el miedo son algunos de los motores que mueven la conducta humana, tanto individual como colectiva. Y los regímenes autoritarios ­de cualquier signo ideológico­ son especialmente duchos en apelar al miedo como instrumento de manipulación y control político.

El régimen bolivarista no sólo no es la excepción al respecto, sino que ha sido notoriamente habilidoso en la materia. Y no ahora por los apremios comiciales, sino desde su mismo principio. La instigación del miedo ha sido y sigue siendo uno de los signos distintivos de la retórica y el proceder del oficialismo rojo.

En la actualidad ese miedo se promueve de dos maneras básicas o hacia dos audiencias básicas. A los más pobres se les pretende atemorizar con la amenaza de que si Chávez perdiera el poder, ellos serían humillados, atropellados y esclavizados por los más ricos. Y a los pudientes, clase media incluidos, se les busca intimidar con la amenaza de que si Chávez perdiera el poder, los más pobres bajarían de los cerros y los arrasarían.

De hecho, el término "arrasar" es precisamente el que suele utilizar la vocería oficial. En suma, para que en Venezuela no haya un baño de sangre se hace indispensable que el señor Chávez continúe en el poder.

Esa apelación a los miedos más primarios e instintivos: el miedo a la violencia desenfrenada, al desamparo absoluto, a la anarquía salvaje, es acompañada por el tramojo de otros miedos más específicos: el miedo a perder derechos o beneficios, el miedo a la discriminación, el miedo a no tener reconocimiento social y político.

Pero este tipo de miedo, o esa perturbación angustiosa del ánimo por un daño o riesgo imaginario que ha sido inducido de manera labrada, es una columna central de la estrategia política del régimen imperante. Y su resonancia aumenta en las temporadas electorales, y sobre todo en la presente por el mejor posicionamiento y perspectiva de la alternativa democrática.

A lo largo del siglo XXI, la siembra del miedo ha sido una tarea principal del llamado "poder revolucionario". Y en importante medida, el continuismo es expresión de su cosecha. La estrategia del miedo no debe apreciarse como algo poco significativo, porque no es así. Y debe desmontarse con una vigorosa y entusiasta esperanza, y con la clara comunicación de lo que supondría el enquistamiento del presente.

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