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viernes, 20 de julio de 2012

LA GRAN AMENAZA Y SUS ROSTROS

OSWALDO BARRETO - Tal Cual

Desde el momento mismo en que los comicios del próximo 7 de octubre se le presentaron como un ineludible enfrentamiento con Henrique Capriles como candidato único de la oposición, el presidente Hugo Chávez ha asumido una línea de conducta que pulula en indicios de dos órdenes de cosas. Por un lado, la expresión ­elaborada en base a antífrasis (llamar calvo a un peludo) e hipérboles (más fuerte que Hércules)­ de su clara conciencia de que el "majunche" lo puede derrotar. Y, por otro lado, la expresión ­presentada esta también en forma enmascarada­ de su firme voluntad de no entregar el poder.

Conciencia y voluntad que han podido llegar al Presidente por múltiples senderos de los cuales no podemos ocuparnos ahora, pero que le dictan una conducta que se mueve en dos canales, como en las vías férreas. Tenemos, así, a un presidente que con la premeditación, la alevosía y el ventajismo que le permite su constante abuso de poder, se sirve de todos los medios para imponer urbi et orbi, no ya la idea, sino el hecho cierto de que él ganara las elecciones del 7/O. Y, simultáneamente, a un presidente que toma decisiones en materia de política interior y exterior para asegurase que contará con apoyos de todo orden en el caso de que en las elecciones se diera como único resultado legal el triunfo de Capriles. ¿Complicado y hasta disparatado, todo esto? Sólo, podría ser, en apariencia, pues si recordamos lo que ha sido su palabra y obra encontramos cosas muy claras. En el primero de los dos canales: ­divulgación diaria en todos sus medios de comunicación de encuestas que lo dan por vencedor, a fin, en un primer momento, de desanimar al electorado de oposición y, luego, ante las poderosas manifestaciones, que Capriles no llega a su universo cautivo de electores.

­difusión diaria de lo que no es otra cosa que una cínica y desvergonzada inversión de lo que ha sido su obra de gobierno. Cascada de discursos y cadenas donde celebra la construcción y no la destrucción del aparato productivo del país; el desarrollo y no el estancamiento y ruina de las industria de hidrocarburos y de las empresas básicas.

­tozudo empeño en que Capriles reconozca sin condiciones de ningún orden lo que él cree que obtendrá como resultados electorales.

Y en el otro canal: ­sistemática campaña contra la FANcomo Institución al servicio de la nación, llevada a cabo mediante indignos expedientes de bienestar individual para oficiales y tropa a cambio de enfeudamiento a su régimen, a fin de intimidar, no a presuntos enemigos externos de la nación, sino a la desarmada oposición que se ha atrevido a cuestionar su voluntad de perpetuarse en el poder.

­afán mafioso y costosísimo de imponer a la borbónica izquierda conservadora que le renueve su solidaridad en sedicente representación de la democracia y de las revolución.

­desesperada tentativa de apaciguar la Iglesia y mitigar su muy justa desconfianza.

Tal es la gran amenaza sobre Venezuela: el peligro que la oposición se confunda ante la conciencia y voluntad de Chávez de arrebatar el poder si no la gana. Lo que podamos hacer para evitarlo guía la acción de la MUD, pero también es tarea de cada militante de la oposición.

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