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martes, 31 de julio de 2012

La enfermedad del poder

ALIDHA ÁVILA - Tal Cual

Escucharle decir con su cara tan lavada al candidato del continuismo, el pasado jueves en Puerto La Cruz, que "uno de los que más se quejan aquí de este gobierno soy yo mismo", sólo puede significar dos cosas: o el Presidente es el más cínico demagogo que haya conocido este país, o ya sus neuronas no le funcionan como es debido. Porque cuando dice "este gobierno", ¿se refiere acaso a uno distinto del que él preside desde hace ya ¡14 años!, de manera absoluta, brutal, abusadora y corrupta? Pareciera que su hambre de poder ya no le permite ver que el único y exclusivo responsable del desastre que vivimos se llama Hugo Chávez. O a lo mejor se le olvidó de repente que quien nombra a los ministros, a los gobernadores y alcaldes, a los jefes de los poderes públicos, al alto mando militar, y a cuanto funcionario del alto gobierno exista, es única y exclusivamente él.

Ciertamente su tren ejecutivo, nacional y regional, es de una incapacidad y una mediocridad abismal, pero esto también es de su exclusiva competencia. Como alguien lo convenció ­dicen que fue Fidel­ de que él era un líder sobrenatural, que vino al mundo a terminar la obra inconclusa de Bolívar, no puede rodearse sino de oscuros personajes, de dudosa moral y sin ninguna preparación para ejercer sus cargos, pero dispuestos, eso sí, a alimentar el abyecto culto a su personalidad.

Creo que no hay espectáculo más patético y abominable que esos Consejos de Ministros, transmitidos en cadena nacional, en los que el otro candidato habla durante horas y horas, repitiendo las mismas sandeces y promesas de siempre, todas incumplidas por lo demás, sin rendir cuenta de sus actos, y donde ninguno de los que están sentados alrededor de la inmensa mesa se atreve a interrumpirlo, o a opinar, o mucho menos a proponer; tan sólo se dedican a asentir y a reírle sus chistes malos.

Lamentable.

Quizás uno de los aciertos más notables de la muy inteligente campaña de Capriles, sea que al ir desgranando, con un discurso sereno y sensato, sin caer en retóricas grandilocuentes, los grandes problemas que acucian al país y proponer soluciones factibles y eficientes para cada uno de ellos, ha terminado por demostrar, en contraste con el delirante discurso del poder, que el candidato del PSUV, como aquel rey del cuento, está desnudo. Desnudo de ideas, de proyectos, de soluciones, de esperanza, de futuro. Más de lo mismo. La nada, pues.

La Historia es así de inexorable. Todos los que un día ejercieron el poder como un fin en sí mismo y no como democráticamente lo concibe Capriles, "un préstamo que dan los ciudadanos con fecha de vencimiento", terminaron igual. En el momento en que despertaron de su largo sueño de dominio y contemplaron su ruina, no pudieron comprenderla y el desvarío se hizo dueño de sus actos.

alidhavila@gmail.com

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