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jueves, 3 de mayo de 2012

Ser adeco


CANTÓRBERY CUEVAS - Tal Cual

Algo de lo que hoy nos toca fue abordado con gracia e ingenio el sábado pasado por Elizabeth Fuentes en TalCual. Pero ya que el tema ofrece tantas aristas sugestivas, me ocuparé aquí de otras. En efecto, más que los tres escenarios electorales presentados por el general Wilmar Castro Soteldo en el Comando Carabobo en días recientes, me resultó particularmente interesante, dadas sus diversas lecturas posibles, el exhorto de Blanca Eckhout a "sacarnos el adeco que tenemos por dentro". Es claro que el llamado fue a la dirigencia, o a la militancia toda, del PSUV, incluyéndose, por supuesto, ella misma. Lo cual podría interpretarse de dos formas: 1) los dirigentes (¿los militantes?) pesuvistas tienen todos, por alguna razón propia, un adeco por dentro que no tienen otros y que hay que sacar. 2) todos los venezolanos tenemos un adeco íntimo que, en aras del hombre nuevo, debemos exorcizar, comenzando por los dirigentes y militantes del partido chavista. Ello ­de momento­ me lleva a dos interrogantes más: 3) ¿es (1) cierto?, y 4) (más importante): ¿lo es (2)? Cuestionamientos necesarios para de seguidas averiguar si, según las respuestas, ello sea malo, bueno o evitable.

Ser adeco. Un amigo definió el Estado adeco como aquel en que hay democracia; mucha y desigual repartición de renta (mayor en elecciones); victorias y derrotas con cierto orden; y colocación de una boloña de barriles diarios en el imperio de turno. Tal realidad, empapada de vocación igualitaria, va moldeando los hábitos del venezolano, de por sí avispado y echaopalante. Pero remontémonos a algunos siglos antes del petróleo. Ya en el XVIII el criollo era bastante metido, y con la Independencia no se diga. Don Pedro Núñez de Cáceres cuenta indignado en su diario de 1845, en plena campaña populista de Guzmán el viejo, que unos zagaletones "de color" le escupieron a los pies adrede, azuzados por El Venezolano. Y para esa misma época, con signo igualitario opuesto, le dice un godo a otro: "Ese Tomás Lander ¡echándoselas de negro!", refiriéndose con inquina racista (aunque con tino) a un adeco ilustrado avant la lettre. En efecto, un siglo exacto después, en la turbulencia del cambio político social de Octubre, los dirigentes de AD estarían zambulléndose activamente entre los miserables, como luego en el 58; y como después el chavismo en el 98, en gesto que en sus inicios no disminuye a nadie. El sesgo peyorativo del término adeco se impone justificadamente con la separación abismal que viene luego entre dirigencia y pueblo, sobre todo de mediados de los 70 en adelante hasta Chávez. Y, después, con la prolongación de este gobierno.

* * * "¡Fuera el adeco que tenemos por dentro!".

¿Quiénes? ¿Cuál adeco? ¿Podemos sacárnoslo? Si el Estado adeco existe ­y es probable que exista­ tal vez ser adeco hoy tenga que ver con: la vocación boliburguesa de muchos, lo igualado de todos, y nuestra fatalidad parasitaria.

* * * Hasta que inventemos un Estado mejor.

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