CARLOS M. MONTENEGRO - Tal Cual
No es ningún secreto que desde el principio de su mandato, el Presidente de Venezuela siente un especial fervor hacia el líder cubano Fidel Castro. Le hemos visto reiteradamente en TV manifestando su admiración con hechos y expresiones que no dejan lugar a dudas; cómo olvidar cuando en sus discursos reiteraba que Cuba era el "mar de la felicidad"; hasta invitó al comandante a Ciudad Bolívar, donde con motivo de su cumpleaños el de Castro le homenajeó con una especie de fiestas patronales con juego de beisbol incluido, televisadas profusamente a través del canal 8, del cual ya disponía como si fuera suyo, uso que aún perdura.
Con los años, en cada discurso, tanto los cortos como los extenuantes, amén de las cadenas obligatorias sin fin, Castro es nombrado, recordado y tomado sin duda alguna como su maestro y mentor, haciéndoselo saber a todo el que le escucha, especialmente a su profusa audiencia de desposeídos en trance de ser liberados, como verdad verdadera, eso sí, en un futuro próximo que suele coincidir más o menos con las elecciones que estén a punto de suceder, para creer lo cual hay que tener una fe casi cristiana.
Tanto fervor por Castro ha ido creciendo hasta límites prodigiosos. Sus incontables viajes a La Habana cada vez más frecuentes y las enfermedades de Castro, con sus recaídas, visitadas como si de su hijo predilecto se tratara. Tras la abdicación a favor de su hermano Raúl, en esa especie de monarquía hereditaria, aunque en una república comunista, socialista o como se llame, a nuestro comandante presidente le da lo mismo, y su admiración por el dictador más antiguo de América, y tal vez del mundo, no ha decrecido ni un ápice. El cenit llegó hace poco, cuando al celebrar varias reuniones de gabinete en un salón habanero prestado, con una escenografía sencilla, con la infaltable imagen de Bolívar y flanqueado por sendas banderas de Venezuela y Cuba, no se sabe muy bien por qué, ya que era un acto estrictamente nacional, creo. Después del habitual monólogo de gabinete, rodeado de sus sempiternos ministros de cabecera o "sibwanas", no sé en qué momento, y ni siquiera si fue allí, disculpen la imprecisión, nuestro jefe de Estado profirió estas palabras por TV: "Cuba y Venezuela somos un mismo país", palabra más o palabra menos; miles de televidentes lo vieron también y podrán corroborarlo. Además debo añadir que la frase no está descontextualizada, por si acaso.
Visto lo visto, por esas cosas maravillosas que tiene el ser humano, me explotó en el cerebro lo que los del cine llaman un "flashback" en forma de siglas: la RAU, es decir la República Árabe Unida. Eso aconteció en 1958, cuando dos naciones independientes con más siglos que la tos, decidieron unirse y formar una sola; eran nada menos que Siria y Egipto. Los autores de la idea fueron Shukri al-Kuwatli y Gamal Abdel Nasser, a la sazón jefes de sus respectivos gobiernos. Ese mismo año la RAU se dio una Constitución, creó una única bandera y Nasser fue nombrado presidente de la nueva república.
Nasser (1918-1970) ya era un líder militar árabe de prestigio mundial, había participado en todas las guerras contra Israel, la primera en 1948. En 1949, creó junto a otros compañeros la Unión de Oficiales Jóvenes, descontentos con el desastroso desempeño del ejército egipcio en aquella contienda. Participó en el golpe que destronó al rey Faruk y poco a poco se convirtió en héroe del panarabismo. Anticolonialista convencido, cuando llegó al poder, nacionalizó el Canal de Suez, administrado por franceses y británicos, que ocuparon el canal por la fuerza y la península del Sinaí, pero negoció con la ONU hasta que tuvieron que irse; comenzó y terminó la represa de Asuán, sobre el Nilo, la más grande del mundo y gobernó con mano de hierro, pero eficazmente, sacando a Egipto de su sempiterno atraso.
Junto al mariscal Tito de Yugoeslavia y Nerhu de la India, en 1955 en la Convención de Bandung (Paquistán) establecieron los "Diez Principios de Bandung", que seis años después en la primera Cumbre de Belgrado (Yugoeslavia) creó el Movimiento de Países No Alineados (MPNOAL) junto a 25 naciones más, entre las que se encontraba el único país latinoamericano, Cuba. La MPNOAL que aún existe con 96 miembros provenientes de las descolonizaciones consistía en una posición no beligerante, que en plena Guerra Fría tomó distancia entre bloques, evitando entrar en sus guerras y confrontaciones; con principios bien definidos para mantenerse equidistantes de Rusia y EEUU y sus respectivos aliados, aunque cada país podía firmar acuerdos económicos por ser casi todos de muy bajos recursos.
El objetivo de la RAU era formar una gran nación árabe con el fin de enfrentar unidos al pequeño Estado de Israel que con el apoyo de casi toda la comunidad judía mundial y la asistencia militar de EEUU se había mostrado inexpugnable, como demostró en la guerra de los seis días en 1967, librada por la coalición de Egipto, Jordania y Siria, así como la del Yom Kipur en 1973, la última guerra formal entre árabes e Israel. Aunque la RAU fue favorecida teóricamente por la mayoría de los países árabes no pudo lograr la unión, debido a los nacionalismos, con lo que para 1962, la RAU se disolvió. Ni el inmenso prestigio de Nasser bastó para unir a las naciones árabes.
Ciertas similitudes con el caso árabe podrían anidar en mentes cercanas al delirio, y pretender formar una RUC (República Unida del Caribe). No parece probable, entre otras cosas, porque ni los Castro ni el comandante-presidente cuentan con el prestigio internacional bien ganado por Gamal Abdel Nasser, basta echar una mirada a sus respectivos países, que en verdad van de mal en peor, a pesar de los años en el poder. Los latinos además, somos individualistas en estas cosas y muy diferentes a los árabes.
carlosmmontenegro22@gmail.com
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