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martes, 17 de abril de 2012

Corte de malandros y guacharacas


AGLAYA KINZBRUNER - Tal Cual

Citando a George Bernard Shaw cuando dice que la democracia sustituye al nombramiento de una minoría corrompida por la elección de una mayoría incompetente, pienso: ¡Qué maravilla! ¡Qué mayor prueba de dictadura que esta minoría corrupta e incompetente! Tan mal están las cosas que el otro día entró una guacharaca a la Asamblea Nacional, se hizo cargo de ella y nadie se dio cuenta.

Cuando se levantó la diputada María Corina Machado a hacer un reclamo muy serio y muy sentido acerca de la actuación e injerencia de un grupo cubano (GRUCE) dentro de la FAN la guacharaca se pronunció y dijo: ¡le quedan 30 segundos! Lo que más mala espina nos da, sin embargo, son los jueces. No hacen sino inhibirse. A poco habrá que llamar a Sigmund Freud a ver qué hace con tanta inhibición. Desinhibidos son los jueces franceses.

Hacen lo posible para conocer la realidad de los hechos por más complicado que sea un caso. Hubo uno, por cierto, hace unos años en que un joven se enamoró de una china que era en realidad un hombre pero quedó en estado...

Las cosas sucedieron así: Un día de frío invierno (1982) en París unos agentes de la Direction du Surveillance du Territoire apresaron a Shi Pei Pu, ciudadano chino y Bernard Boursicot, diplomático francés, bajo el cargo de Traición. Boursicot conoció a Shi Pei Pu, el de los bellos ojos, en una recepción, cuando se encontraba destacado en Pekín.

Contaba entonces sólo 20 años de edad. Shi Pei Pu, un poco mayor, de 26, cantante de ópera, escritor y experto en el cambio de roles, lo engañó haciéndose pasar por mujer, lo sedujo y mantuvo una relación amorosa con él que duró 19 años.

Luego aseveró que había quedado en estado y al tiempo produjo un niño Shi Du Du. Aseguró que era hijo suyo. Tan conmovido quedó Boursicot que llamó al niño Bernard. Fue contactado por un intermediario chino, quien le exigió pasar secretos del gobierno francés a las autoridades chinas, asunto con que cumplió con tanto élan que parece que hasta se le fue ¡una lista de quesos! Cuando tuvo que volver a París hizo lo imposible para traerse a Shi Pei Pu y el niño.

Poco a poco los jueces empiezan a armar el rompecabezas. Nada parece tener sentido.

Exigen entonces un examen médico para Shi Pei Pu.

¡Sorpresa! Se trata de un hombre. Los jueces se despanzurran de la risa. Y Shi Pei Pu sigue mintiendo: el hijo es de Boursicot, se llevó el semen e impregnó un vientre alquilado. Los jueces piden una prueba de paternidad.

Resulta que el niño es uighur, vendido por su madre por encontrarse en pobreza extrema. Boursicot se desploma y trata de suicidarse sin éxito.

Si los jueces venezolanos contaran con el mismo apoyo que los jueces franceses no tendrían que inhibirse. Ni hubiese una jueza inocente presa.

aglaya@cantv.net

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