ALONSO MOLEIRO - Tal Cual
Cierto vocero propietario de una firma demoscópica, muy polémico en estos días a causa de sus discutibles apreciaciones en torno al panorama electoral del país, le declaraba hace poco a una periodista de Venezolana de Televisión que la raíz del liderazgo de Hugo Chávez sigue totalmente vigente entre los venezolanos, entre otras cosas porque se nutre de un componente religioso.
La apreciación, pienso, tiene sus bemoles. En principio, yo no puedo negar que me luce especialmente interesada en arrullar con música los oídos del oficialismo.
Los tan invocados niveles de lealtad personal a Hugo Chávez están disueltos entre la avalancha de contrariedades que diariamente tienen que enfrentar los venezolanos. Sus matices van más allá: se expresan entre los millones de compatriotas que permanecen completamente indiferentes a la diatriba pública imperante en este país, y entre aquellos que, sin un juramento expreso y una militancia comprometida, han sido capaces de intercambiar un voto condicionado a cambio de ayudas o subsidios.
El alcance sobre el fulano "componente religioso", ese influjo fantasmal de carácter totalizador que presumiblemente tendría el pueblo venezolano con Hugo Chávez uno de los mitos más expandidos de la política local en estos años- podremos apreciarlo en su total dimensión, de ser tal, con el paso del tiempo. Una vez que termine de concretarse el declive que hemos ido observando año a año en cada una de las citas electorales del país. Ese que ha puesto a declinar sus líneas para hacer crecer a las de la oposición.
De momento me atrevería a apuntar, sin negar el arrastre objetivo del Presidente entre muchos compatriotas, que su sombra está artificiosamente abultada a través del uso ilimitado de todos los poderes públicos y técnicas comunicacionales, alimentadas con volúmenes inimaginables de dinero. Se lo leí una vez a Gustavo Linares Benzo: con ese montón de plata, cualquiera sería popular.
Cuando toca observar, desde la acera opuesta, el comportamiento del Psuv, de su dirigencia nacional, de sus parlamentarios e intelectuales, de sus periodistas, de cuadros medios, de parte de la militancia realenga que sobrepasa la realidad organizacional del partido de gobierno toda ella bastante más pequeña de lo que se cree-, sin embargo, creo que sí tiene sentido tomar nota de un preocupante componente místico.
Rasgo este que tiene un agravante: no estamos refiriendo a una circunstancia que descanse en el culto popular. Estamos hablando de personas que, si no son ilustradas, - porque muchas no lo son- tienen al menos estudios de tercer nivel y, en teoría, estarían dotadas de herramientas para discriminar variables, relacionar impactos y desglosar matices con motor de navegación propio.
Una y otra vez puede uno comprobarlo, conforme sus comentarios son leídos en twitter, o quedan pergeñados sus portales informativos, sus periódicos y sus reflexiones: quien discute con un chavista con mucha frecuencia puede sentir que no trata con un militante, sino con un creyente. Personas tocadas por una influencia extraterrenal, que pueden ofuscarse ante el menor cuestionamiento, que han ido desarrollando un ánimo paranoide sobre la existencia de entornos conspirativos, y han cultivado, hacia la persona que han escogido como su líder, un ánimo obediente y sin fisuras, que les sustrae el juicio y los niega a evaluar con serenidad cualquier evidencia en contrario que pueda ofrecer la realidad.
Conforme se han ido depurando algunas disidencias y se avanza en la resolución de una disciplina revolucionaria con imperativos superiores a los del orden legal vigente, el comportamiento de la dirigencia chavista ha sido cada vez más unilateral y hosco. Por eso es que con tanta frecuencia sus medios informativos intercambian con mayor facilidad cuestionamientos políticos por terribles insultos y agravios personales.
Esta circunstancia, contrariamente a lo que muchos piensan, es relativamente reciente. Toda ella tendrá entre los venezolanos unos cinco años de vigencia. Hasta entonces, si se quería, era relativamente común conversar con cualquier activista del gobierno, y pisar algunos puntos de acuerdo en torno a la existencia de una ciudadanía común. Cultivar fuentes informativas, invitarlos a espacios de opinión, polemizar con algo de respeto. Es más: en alguna medida, eran los dirigentes chavistas quienes se sentían maltratados y calumniados por una opinión pública que violentaba sus puntos de vista por tener sospechas sobre lo que serían sus verdaderas actitudes.
La llegada del año electoral; la impensada enfermedad del presidente; el caos general en el cual está inmerso el país; los acertados pasos dados por la oposición; la posibilidad, aunque sea teórica, de perder las elecciones y tener que entregar el poder, han puesto a las élites del gobierno especialmente violentas y beligerantes. No se trata ya de que les de asco pactar o tener que lidiar con la opinión ajena. La dirigencia del PSUv, y muchos de sus ministros al remolque, están exhibiendo en estos momentos una ausencia de escrúpulos y unos niveles de perversión e impudicia jamás vistos en la política contemporánea venezolana.
Dejemos de un lado la tonelada de agravios que vomitan diariamente sus espacios de análisis y opinión. El comportamiento fanático que estoy aludiendo considera legítimo el largo tiroteo ofrecido por su militancia en Cotiza y normal que se instigue a las Fuerzas Armadas a tomar partido por su causa. La fuerza política que está en la acera opuesta, sus candidatos y valores, expresión de la voluntad soberana de millones de compatriotas, sencillamente una escoria, la negación misma de la venezolanidad. Los acertados y respetuosos señalamientos que tres ex presidentes le ofrecieron al país en Palabras para Venezuela, la expresión de los traidores, la causa antinacional, la burguesía complotada, la derecha disfrazada.
Con ellos habrá que lidiar, sin perder la serenidad, y sin caer en provocaciones.
Transitar pacificamente este año y producir la transición sin fisuras sigue siendo el reto más importante de la ciudadanía.
ATENCIÓN USUARIOS DE ARAGUA SIN MIEDO
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