Los tres expresidentes con Juan Carlos Escotet EDSAÚ OLIVARES
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
domingo 11 de marzo de 2012 12:00 AM
Entre los tres, como lo calculó Felipe González, acumulan más de 150 años de experiencia política y podríamos agregar nosotros, que 28 años de ejercicio democrático del poder. Ese bagaje resultó más que suficiente para que el andaluz, a nombre de los otros dos, le hiciera el quite al toro de la deriva venezolana con el temple de los más diestros matadores, rescatando la incertidumbre (sobre el resultado electoral, entre otras situaciones) como signo de "desarrollo", advirtiendo, además, que malo (imaginamos que para democracia) sería que todo resultara perfectamente previsible.
Las metáforas, el lenguaje directo y las anécdotas se mezclaron durante la densa rueda de prensa con los tres tenores (Cardoso dixit) interpretando variaciones sobre distintos temas. Se siente que están enchufados, no en balde vienen de Bogotá donde asesoraron a Santos sobre un cambio de paradigma en el combate global contra el narcotráfico (¿despenalización del consumo de drogas?). Pero a los tres, mayores de 70 años, los une el ideal socialdemócrata, libraron sendas luchas (al final exitosas) contra dictaduras instauradas en sus países, comparten una visión similar sobre "el cambio civilizatorio" que se está produciendo en el planeta y una acerba crítica a la irresponsabilidad de los políticos ante la crisis europea.
Pero una cosa es la debida cortesía con los huéspedes y otra proclamar, como lo hizo González, sin mencionar a nadie en particular, "que la esencia de la democracia es la aceptabilidad de la derrota". Es decir, la expectativa en todo líder de que algún día la victoria se convertirá en derrota. Fuera del país Felipe ha sido más contundente y así, en mayo del 2010, desde Madrid, calificaba de "utopía regresiva " al socialismo del siglo XXI y de "caudillismo rural con una manguera de petróleo" al gobierno chavista. Ayer reconocía, sin embargo, que solicitó una entrevista con Chávez, que resultó imposible por la ausencia del presidente, lo cual da fe de que, a pesar de todo, lo considera un interlocutor válido.
Entre otros temas, Lagos y Cardoso enumeraron anacronismos superados por la realidad y así el chileno contó cómo uno de sus nietos, al observar en youtube a su abuelo levantándole el índice acusador a Augusto Pinochet, le preguntó: "¿Y eso fue todo?" Muestra de cómo las nuevas generaciones, acostumbradas ya a los rituales democráticos, ignoran cómo un gesto de desafío, considerado normal hoy en día, le podría haber representado, mínimo, un carcelazo al entonces osado dirigente político.
En la misma onda, Cardoso habló de rémoras: "Nadie puede pensar en el militarismo como instrumento de liberación. La ciudadanía es la cuña de la liberación. No el Estado bajo el control de los militares. Eso forma parte del pasado". En consonancia con ese criterio, no tan general si observamos el mapa político de Latinoamérica, hace unos siete años un documento del Instituto de Diálogo Internacional, copresidido por Cardoso, sentenciaba que "países como Venezuela y Haití apenas pueden ser considerados como democracias".
Lagos, quizás más discreto, desarrolló la idea según la cual "cuando uno enfrenta a la dictadura, enfrenta a la polarización". También dijo que "un presidente no debe estar pensando en la reelección sino en la próxima generación", al hablar de la concertación chilena que derrotó en las urnas a Pinochet. Hace uno cinco años Lagos había caracterizado a Chávez como "una fuerza desatada de la naturaleza".
En fin, tres expresidentes cuya visita abrió las ventanas a este país a veces demasiado encerrado en si mismo.
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