La inseguridad se apoderó de las calles de San Blas. (Foto Mauricio Centeno)
Beatriz Rojas | brojas@el-carabobeno.com
El Carabobeño
En el casco central de San Blas todo el mundo tiene una historia que contar sobre la inseguridad, pero pocos se atreven a denunciar los hechos ante las autoridades por temor a los delincuentes.
Incluso ante representantes de la prensa, los vecinos acceden a contar sus experiencias, pero no suministran la identidad ni se dejan tomar fotografías, para evitar ser reconocidos por los malhechores de la zona.
“Si los choros compran el periódico y me ven denunciando cosas, ¿usted cree que me van a perdonar al día siguiente?. No, y yo no me puedo estar escondiendo todo el tiempo”, comentó el propietario de un establecimiento comercial.
Otra señora que tampoco quiso identificarse, contó que vive en un edificio cercano a la plaza, por lo que todas las tardes acostumbraba a llevar a su niño allí a pasar un rato. Sin embargo prefirió no seguirlo haciendo, porque vio cómo menores de edad y adultos presuntamente consumen droga en la plaza.
Según la dama, en dos oportunidades colocó la denuncia ante el módulo policial que está al lado de la iglesia, pero los efectivos no hicieron nada y la situación persiste.
La propietaria de una licorería narró que recientemente un hombre por poco le arranca un brazo para quitarle el reloj, cuando sacó la mano para venderle una cerveza. “Me tomó por sorpresa porque no tenía cara de malandro”, manifestó.
El dueño de un taller refirió que lo han robado tres veces, pero no ha denunciado el hecho “para qué si no van a hacer nada”.
Francisco Montilla no tuvo problemas en identificarse. Dijo que nació en San Blas, y nunca antes había tenido conocimiento de tanta delincuencia. “Esto es territorio de nadie”, comentó antes de expresar que la policía no hace nada para atacar la delincuencia.
Algunos vecinos aseguraron que malhechores de los barrios La Adobera y La California todavía siguen atracando en la autopista cuando se hacen colas. Según dijeron, comienzan a bajar después de las cinco de la tarde y se instalan a acechar a sus futuras víctimas.
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