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sábado, 4 de febrero de 2012

Para vivir jodiendo

Tal Cual Digital

Si yo fuera chavista, no tendría tanto problema. Estaría en un refugio esperando que me llegara el turno, en la larga lista, para ganarme sin trabajar una vivienda digna con todo incluido. Pero no, sigo bajo hipnosis a mi mujer en lugar de creer todo lo que dice el Comandante en época de elecciones

LUIS CHUMACEIRO

Cuando mis niñas eran pequeñas y sobraba la vitalidad para afrontar peleas ajenas, la señora Chumaceiro decidió comprar la casa de sus sueños a costa de mis pesadillas. La mayor felicidad de una mujer se da el día en que entra a su hogar. Se da una reacción animal, se apodera de un territorio propio, ejerce el poder absoluto, sin límites. Es la posibilidad de ejecutar la actividad más reconfortante: "Gastar el dinero del marido impunemente".

En aquellos tiempos, bajo su grito de guerra "la casa es mía la deuda es de él", firmamos el town house, cuatro veces más grande que el apartamento que adquirí con la liquidación de diez años de trabajo en una fábrica. Grandes fueron las dificultades: a) Conseguir un crédito bancario siendo pobre porque los bancos sólo prestan a los que no necesitan el dinero; b) Vender mi apartamento a quien no lo necesitara y dispuesto a esperar a que estuviera lista la nueva casa; c) Obtener dinero para formalizar la opción de compra; y d) Realizar una coordinación perfecta con la solventación de los inmuebles.

Entonces y ahora, te diriges a la oficina de rentas correspondiente y te indican que, para obtener la solvencia, debes cambiar la firma administrativa. Si alegas que tienes años pagando oportunamente, te contestarán: "Lo mejor es no pagar nada hasta que uno vaya a vender". Para obtener la solvencia de derecho de frente, tienes que obtener previamente la solvencia del agua, la cual no obtienes sin la solvencia del Aseo. Todo para nada porque, al obtener la última, ya se habrá vencido la primera y, al empezar nuevamente el trámite, seguramente estará vencida la última.

Obtenidas las solvencias, comprometida la compra, vendido el pequeño apartamento, y con el crédito del banco que prestó con el único objeto de quedarse con la casa gracias al famoso crédito mexicano, procedía entonces la firma en una de esas oficinas del tercer mundo que son la reedición del infierno, el registro subalterno de mi jurisdicción. Sólo entonces te percatas que aún continúas en el siglo XIX.

A pesar de todas las adversidades, gracias a la comprensión, confianza y los préstamos de varios amigos y de mi recordado Marcos compré el town house a nombre de Mercedes, después de cuatro meses de tormentos y suplicios. Pero estaba equivocado. Si ellas disfrutan su nueva vivienda hay algo aun más excitante, cambiar y mudarse otra vez.

Schopenhauer lo dijo, raramente pensamos en lo que tenemos más siempre en lo que nos falta. A ella le dio por cambiar de ambiente y uno tiene que quedar agradecido porque no le dio por cambiar de marido. La muy viva decidió vender la casa de El Patio, en La Boyera, para mudarse a la ciudad.

Y ejecutó su plan en el peor momento, en navidades, época en que todos están pendientes del Niño Jesús. Se olvidó de un pequeño detalle, no compró la casa donde mudarnos. De manera que quedé movido, con un montón de bolívares "fuertes" en los bancos que cierto personaje amenazó con expropiar. Tuve que cambiarme a casa de mi amada suegra y mis cosas quedaron en el limbo.

Lo peor de todo, resulta que mi inmensa biblioteca, la misma que nos ha dado de comer desde que me gradué, es una incomodidad y un tormento. Como siempre, tuvo que salir Super Tulio a negociar con una amable dama con la que finiquité la compra del apartamento que la señora Chumaceiro desea. Pero en vez de una, ahora tendremos que hacer dos mudanzas sin contar los seis meses de remodelación que me esperan.

Y me quedo pensando. Si yo fuera chavista, no tendría tanto problema. Estaría en un refugio esperando que me llegara el turno, en la larga lista, para ganarme sin trabajar una vivienda digna con todo incluido. Pero no, sigo bajo hipnosis a mi mujer en lugar de creer todo lo que dice el Comandante en época de elecciones. Ahora es que vale el consejo de mi abuela Otilia cuando salí de Carúpano: "Cuando no seas el más fuerte, trata de ser el más fino". Para vivir viviendo.

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