ATENCIÓN USUARIOS DE ARAGUA SIN MIEDO

La computadora desde donde actualizamos la página web de la organización y publicamos los anuncios de los eventos está dañada desde la mañana del domingo 12 de marzo de 2017, por lo que les informamos que haremos una pausa técnica en la actualización mientras resolvemos los inconvenientes. Gracias por su atención!!!

sábado, 4 de febrero de 2012

El PSUV y el resultado electoral de Octubre

ALONSO MOLEIRO - Tal Cual

De un tiempo a esta parte, como ha ocurrido en otras ocasiones, los directivos del partido de gobierno le piden con alguna frecuencia a la dirigencia de la Mesa de la Unidad que diga de una vez por todas si están dispuestos a reconocer los resultados electorales de este año en caso de que éstos le fueran adversos.

Un emplazamiento que tiene un componente psicológico; una pregunta con la respuesta sugerida, cruzado de insinuaciones; explícitamente pensado para su militancia exaltada.

Poco importa que, a la fecha, todos los resultados electorales, buenos o malos, hayan sido aceptados sin remilgos, e incluso con llamados a la concordia, por parte de la coalición opositora. Incluso, aquellos que en algún momento dieron más tela para especular: los del Referéndum Revocatorio. Sabemos que entonces se tejieron toda suerte de conjeturas sobre la existencia de un fraude; como de cualquier manera este jamás se pudo demostrar, sus resultados han sido tomados como válidos por todos los extremos del cuadrilátero de la opinión pública. Nada importante sucedió.

Hace mucho que nadie se molesta en hablar de eso.

Que Eeckout, Navarro, Istúriz y otros miembros del partido de gobierno reten en forma artera a sus adversarios para que digan si van a aceptar el veredicto de las urnas no es obstáculo para que el general Rangel Silva afirme que no habrá otro comandante de la Fuerza Armada que no sea Hugo Chávez, y que sus comandos están dispuestos a saltarse a la torera la voluntad del electorado en caso de que éste disponga otra cosa -evento este que, como sabemos, es más que probable.

Rangel Silva dice lo que dice a sabiendas de que su opinión no es compartida por densos sectores del mundo militar; que con lo afirmado está violando la Constitución en todas sus instancias y en medio de un silencio espeso ­y bastante repugnante, por lo demás- del resto de los poderes públicos. Con su pronunciamiento no ha sido sancionado: ha sido condecorado por los mandos de Miraflores.

Insisten igual, los dirigentes del gobierno, en interpelar a la MUD sobre si finalmente aceptarán o no el resultado electoral del 7 de octubre. Como este país está anestesiado a punta de escándalos y hace mucho perdió la capacidad de asombro, a todo el mundo se le escapan detalles elementales en torno a la celebración de consultas y el acatamiento posterior de la voluntad de la ciudadanía.

En ocasión de las pasadas elecciones de gobernadores y alcaldes, una vez que Hugo Chávez aceptara nominalmente derrotas que le fueran propinadas en bastiones fundamentales que creía tener ganados, muy especialmente el Distrito Capital, sus huestes fabricaron a posteriori un conflicto laboral y sencillamente tomaron a plomo la sede de la Alcaldía Metropolitana en uno de los cuadrantes de la Plaza Bolívar.

Un acto delincuencial, que fue acompañado por entusiasmo por el también recién electo Jorge Rodríguez, y abiertamente disimulado por el alto gobierno.

Hecho una realidad irreversible gracias a la soldadura legal de una disposición posterior sancionada a toda prisa en la Asamblea Nacional para quitarle todas sus atribuciones al alcalde electo, Antonio Ledezma, e investir a un personaje espúreo, que no fue electo por nadie, colocado ahí directamente por la voluntad del líder supremo, como Jacqueline Faría. Suerte de golpe de estado de dimensiones distritales, que por eso mismo no llamó la atención de nadie en la comunidad internacional, perfectamente descriptivo de nuestra ruina institucional, llevado adelante con enorme frescura.

Han sido muchos otros los episodios como éste, en los cuales se viola la legalidad y la Constitución nacional post facto.

Podríamos hablar de la ley electoral que recargó de forma excesiva la representatividad en ciertos circuitos para otorgarle al oficialismo una mayoría artificial en la Asamblea Nacional, o la grosera secuencia de decretos y decisiones ejecutivas llevadas adelante en los meses posteriores a la derrota de las elecciones de la Reforma Constitucional, que también contravienen de manera expresa lo que la población había dispuesto en la consulta.

En todos estos episodios ha sido manifiesto un comportamiento deshonesto, innoble, descarado y oportunista. Dispuesto a invocar la legalidad sólo cuando ésta les funciona para el único interés que tienen: quedarse a toda costa, y a cualquier precio, en el poder. "Esa manía miserable de querer mandar a todo trance", como ya dijo Simón Bolívar.

La opinión pública no lo advierte, ni lo sopesa, porque se ha ido acostumbrando a este comportamiento incivil, y porque, por una misteriosa razón, en Venezuela todo el mundo hace prospecciones sobre lo que se aproxima en el futuro cercano pero nadie extrae conclusiones sobre las enseñanzas que dejó el pasado reciente.

Lo procedente sería en este caso invertir la carga de la pregunta: regresarle al PSUV la inquietud ¿aceptarán los resultados, se someterán al veredicto de la gente, dejarán sus cargos, su burocracia y sus privilegios; honrarán lo que ha dispuesto una Constitución nacional que no se cansan de violar, en caso de ser derrotados? ¿Se atreverán los chavistas a desobedecer la vocación democrática y constitucional del pueblo venezolano ­que incluye a muchísimos partidarios actuales del gobierno- y la histórica voluntad democrática, demostrada en eventos de reciente data-, de la determinante mayoría de las Fuerzas Armadas? Por ahora los vemos, celebrando en forma grotesca uno de los episodios más tristes y despreciables de la historia contemporánea de este país, el golpe del 4 de Febrero, calificado de forma estrambótica como "una quijotada, una locura de amor".

No hay comentarios:

Publicar un comentario