GREGORIO SALAZAR
Tal Cual
-¡Señor Morrocuá! Señor Morrocuá! ¡Se le ve el periscopio! Tales fueron las voces de alerta que condujeron al intrépido reportero Morrocuá Descartes (*) a una de las grandes primicias periodísticas de la Segunda Guerra Mundial y la que todavía constituye una de las mayores proezas del periodismo venezolano. Curioso que un caza-noticias tan intuitivo no percibiera al rompe de qué se trataba y le contestara así a la admirable rubia en traje de baño que le hacía la advertencia: ¿A quién? ¿A mí, señorita? ¡No, hombre! Al submarino...
Corrían, como ahora, tiempos de guerra y la presencia de los submarinos alemanes causaba terror en nuestras costas.
Descartes voló hacia la playa y allí descubrió al sumergible, cuyo origen teutón dedujo por el penetrante olor a salchichas que se le escapaba. En cuestión de minutos estaba realizando la única entrevista conocida a un submarino alemán o de cualquier bandera.
Era un submarino serio, no como los de ahora. Se identificó como el U-777 y sin ningún rubor confesó al colega Morrocuá que había tenido una semana extenuante: tres bombardeos a Aruba, dos a Trinidad y cuatro tanqueros torpedeados. Ahora descansaba el fin de semana en Catia La Mar. Aquella bomba periodística hizo explosión el sábado 28 de febrero de 1942 en la primera página del número 47 del Semanario Surrealista de Intereses y Generales El Morrocoy Azul.
Homenaje eterno.
Otra vez las naves de guerra amenazan nuestras costas. Otra vez la panza insolente del extranjero ha hollado el sagrado fondo de nuestra plataforma submarina. Así nos enteramos todos, no gracias a una bella bañista, sino por cadena de radio y televisión y en la voz del comandante en jefe. Pero faltaba información.
Me sentí urgido por el compromiso.
Bien ha dicho el gigante Melamed que "nada es tan grande como para no intentarlo" y mucho menos como para no entrevistarlo. ¿Por qué no ir tras la pista del intruso, atómico para más señas, que oprobiosamente rondaba nuestras costas? Tenía todo a mano para lograrlo, libreta, lápiz, pero sobre todo mi escafandra de buzo, obtenida hace años en un restaurant campestre de Ciudad Bolívar y que perteneciera a varios buscadores de tesoros en el Orinoco.
No lo pensé dos veces. Todo ocurrió tan rápido como en los sueños. Me puse mi escafandra. Un taxi hasta Parque Central donde se agarran las camioneticas para el litoral. Un peñero con dos fuera de borda alquilado a pescadores y aquí sí fue pura intuición reporteril puse proa al norte de Curazao. En vista de que en la cadena no dieron ninguna coordenada, me dejé caer al mar, confiando a ciegas en mi buena suerte. Entrar en el agua vino a aliviarme el peso de la escafandra cuando el dolor en las clavículas ya era insoportable. Pero, válgame Dios, ¿por qué me la puse al salir del apartamento? No sé si yo lo encontré a él o él me encontró a mí, pero de improviso estábamos frente a frente. Desconfiado como toda máquina de guerra, en ataque preventivo me lanzó a boca `e jarro una pregunta como un torpedo: Are you Salazar the spy? No, míster, nada que ver.
Okey, entonces darle clavo.
Tenemos una versión oficial del comandante, pero algo incompleta. ¿Nos puede contar la suya? Of course. Como la costa ser bonita yo venirme divirtiendo, pero venirme siguiendo de afuera una pirragüita.
¡Más respeto! ¡Ese era nuestro "S-31 Sábalo"! Not and not. Erra una pirragüita con plantitas de General Electric para Los Rouques. Mí conocer bien al colega, ser alemán con 35 años in your country... Estar algo enfermo.
Cierto, pasaron cinco años carenándolo en Puerto Cabello. Así que todavía debe estar convaleciente. Afortunadamente, según el comandante, no cayó en provocaciones...
Fortunately para quién? No se haga: afortunadamente para usted que apenas vio al nuestro dejó el pelero, digo, el espumero...
Glu, glu, glu... (Risas) ¡Se dio a la fuga, fue perseguido, se escapó porque es mucho más rápido que los nuestros! Glu, glu, glu... (Más risas) ¡No se ría, irresponsable! Nuestros submarinos alertaron, avisaron, se comunicaron, se desplegaron e hicieron huir a la nave incursora. ¡O sea a usted, invasor imperialista! Why me que andar paseando y no al italian submarine que andar en misión secreta? ¿Cómo? ¿También nos espían los italianos? ¡Esto es el colmo! dije, percatándome de que la entrevista se había convertido en una airada acusatoria.
No espiar. Secret Mission para Il Cavaliere , que mandó comprar frascos de "mattress breaker" allí en Pantie Beach.
Claro, el viejo truco del "rompe-colchón" de playa Pantaleta repetí bobamente como el Super Agente 86, y enseguida le eché en cara: ¡Los imperios se acostumbraron a andar por el mar Caribe y a meterse por todos lados! ¡Igual usan sus satélites para espionaje, es espionaje! Míster, ¿y ustedes no tener trompo que bailar igualito? ¿O usted no ver Canal Ocho? Come on, my friend...
No me dio tiempo a responderle. Ni yo tenía respuesta para ello. Escapó levantando torrentes de espuma que me lanzaron a la superficie.
Dos serias interrogantes me quedaron flotando en la cabeza. Una, ¿por qué ni en el taxi ni en la camionetica nadie se extrañó de mi equipo de buzo? Creo que porque para la gente ya no existe medida extrema para protegerse del hampa. Dos, ¿cómo es posible que un frasco de "rompe-colchón" esté costando 250 bolos? ¿Ah? ¡Qué abuso, vale!
(*) Cuando Miguel Otero Silva-ba, Morrocuá Descartes canta-ba.
Saquen la cuenta.
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