JOSÉ GUERRA - TalCual
Las cifras del BCV confirman lo que se ha venido fraguando como una grave tendencia de la economía venezolana a reforzar su carácter monoexportador y monoproductor.
Aquello que los economistas e historiadores describían en los años treinta y cuarenta como una realidad preocupante, una vez que el petróleo terminó por liquidar a los sectores productivos de Venezuela, principalmente la agricultura y ciertas actividades industriales, se está haciendo presente de nuevo, de la mano de la política económica que encabeza el presidente Chávez. No cabe dudas de que el enfoque de la política económica que ha aplicado la administración de Hugo Chávez ha destruido totalmente el esfuerzo industrializador que con altos y bajos se comenzó a aplicar en Venezuela desde la comienzo de la década de los sesenta, llamada la industrialización por sustitución de importaciones.
De aquel parque industrial queda muy poco y de las exportaciones casi nada. Fue un trabajo con muchos tropiezos el de incentivar las exportaciones para de esa forma procurar diversificar la base de la economía y hacerla menos dependiente del petróleo y vulnerable de la volatilidad del mercado petrolero internacional.
Subsidios, créditos baratos, exoneraciones fiscales y un sistema comercial de prohibiciones de importación, ayudaron a construir un parque industrial ciertamente volcado a satisfacer la demanda interna desde sus inicios pero que a finales de los ochenta y durante los noventa comenzó a despertar a la vocación exportadora.
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En el gráfico anexo se consigna que en el año 1998, Venezuela exportó la cantidad de US$ 5.529 millones no obstante lo deprimido de los precios de esos productos exportados, lo que representó 31,0% del total exportado. En 2011, trece años después, las exportaciones alcanzan un valor de US$ 4.400 millones, monto éste que equivale al 5,0% de las exportaciones totales. Es decir, en 2011, Venezuela en términos de valor, exportó 20% menos que en 1998 a pesar de la mejora sin precedentes de las cotizaciones del acero, hierro y el aluminio.
Un país que depende en 95,0% de la exportación de un solo producto, en nuestro caso el petróleo, puede considerarse que el resto de las exportaciones no cuentan, para todos los fines prácticos y que además ello le confiere una exposición muy considerable a lo que ocurra en el mercado mundial de los hidrocarburos. Por ese hecho, cuando la economía mundial entró en recesión y los precios del petróleo disminuyeron, Venezuela fue la economía de América Latina donde la caída de la actividad económica se prolongó por más tiempo.
A la naturaleza monoexportadora se le adosa la altísima dependencia de las importaciones para el abastecimiento interno. Medido en términos de la producción interna, las importaciones que en 1998 constituían 24,0% del valor de la producción nacional, en 2011, ese mismo indicador saltó exponencialmente para ubicarse en 47,0%. Ese sesgo pro-importador es una marca registrada de la gestión económica del presidente Chávez, entre otras cosas porque el primer mandatario no cree en los capitales nacionales y le da preeminencia a los acuerdos de importación con los gobiernos de Argentina, Brasil, Cuba y Nicaragua que han encontrado en el mercado venezolano un respiradero para la colocación de sus productos, por no mencionar a China que en estos tiempos en Venezuela va camino a representar algo parecido a lo que fue la Compañía Güipuzcoana, con su monopolio comercial en los tiempos del coloniaje español.
EL RETO
Tiene el reto un nuevo gobierno de reconstruir lo destruido, de andar lo desandado y rectificar lo erróneo que es bastante, con el concurso de una nueva política económica orientada hacia el progreso y que convoque a empresarios y trabajadores a la reedificación de la economía nacional.
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