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domingo, 20 de noviembre de 2016

Irse sin la casa

Casa abandonada

La migración masiva de venezolanos deja huellas; sus cascarones vacíos. Las familias se van del país sin vender la casa, bien porque la contracción del mercado inmobiliario ha hecho que escaseen los compradores o porque prefieren dejarla como una raíz segura para cuando puedan volver. Las casas abandonadas se multiplican en algunas urbanizaciones de Caracas y los vecinos, los que quedan, empiezan a lidiar con intentos de invasiones, maleza e insalubridad, un fenómeno que el arquitecto Lorenzo González llama osteoporosis urbana

DIANA SANJINÉS / SIETE DÍAS - EL NACIONAL
DSANJINES@EL-NACIONAL.COM

20 DE NOVIEMBRE 2016 - 11:39 AM

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No hay señales de vida. Como si fuera una alfombra, el polvo se adhiere al suelo. El reloj de la pared exhausto de tanto tic tac se congeló a las 10:00. Los muebles cubiertos por sábanas perdieron su personalidad. Los cuadros que adornan las paredes de la sala ya no crean armonía. Un débil bombillo prendido en la entrada simula la sensación de compañía. La casa inhabitada espera en el deterioro a nuevos dueños.

Hace un año Andrés Figueredo (nombre cambiado por petición de la fuente) emigró con su familia a Miami. Una decisión arriesgada, pero necesaria para encontrar calidad de vida y futuro para sus hijos. Más allá de dejar a sus amistades y seres queridos, se topó con la gran interrogante de qué hacer con su casa, aquella estructura de aproximadamente 300 metros cuadrados que cumplió su función de hogar mientras estuvieron en su tierra natal. Venderla sería la opción más apropiada, pero el proceso no sería tan sencillo como pensó.

A pesar de estar ubicada en una buena zona de la parroquia San Pedro, al este del municipio Libertador, después de casi 12 meses no ha conseguido comprador. La espera de un intercambio económico, preferiblemente en otra moneda, ha conllevado una serie de riesgos y preocupaciones. Hace cuatro meses entraron a robar, por fortuna no consiguieron objetos de valor; lo único que queda entre esas paredes son recuerdos de una familia que emigró. Las consecuencias fueron mínimas, pero el miedo de una invasión seguirá latente hasta que se encuentren nuevos dueños. Mientras tanto, un familiar que reside en Caracas visita con cierta regularidad la vivienda de los Figueredo para asegurarse de que todo esté en orden.

En esa misma calle y dentro de la urbanización, otros propietarios corren el mismo peligro. Aproximadamente 9 casas están vacías y en venta. Los precios están entre los 400.000 y 500.000 dólares. Los vecinos, los que se quedan, han asumido una doble tarea: cuidar su casa y la de al lado.

Riesgo de invasión. Para Adelicia Fajardo, vicepresidente de una asociación de vecinos del municipio Sucre, dejar en el olvido una vivienda supone un problema serio para toda la comunidad, debido a que equivale a tentar a los delincuentes. “Hablar de esto es delicado. Últimamente se han incrementado los robos en la zona y al día ocurren entre dos y tres situaciones irregulares. Los vecinos nos mantenemos alerta y hemos reaccionado rápido cuando se han presentado intentos de invasión”, afirma.

En su urbanización varias familias emigraron y dejaron sus residencias al descuido, por lo que la falta de atención es notoria. La lluvia hace su trabajo sobre la maleza que empieza a cubrir los muros de protección, algunos enmohecidos, porque no hay quien invierta sus utilidades en pintar la casa. Los vecinos, que en su mayoría se conocen desde hace más de 30 años, resguardan como agentes de seguridad sus calles, pero ciertas acciones se les escapan de las manos. Una pareja se marchó a Europa hace más de un año y en octubre entraron a robar en su domicilio dos veces seguidas. Fajardo señaló que se le informó a la familia sobre lo acontecido, que la policía investigó el caso y que a partir de esos hechos se tomaron medidas severas en la comunidad para evitar que ocurra lo mismo en otra vivienda.

“El control prevalecerá mientras se sigan las recomendaciones pertinentes: avisar a los vecinos, no dejar todas las luces prendidas, contactar a alguien para mantener las áreas verdes que sean visibles y si es posible tener a una persona de confianza que visite constantemente la propiedad”, explica la dirigente vecinal. Este es un pequeño manual de instrucciones para emigrar sin la casa.

El miedo de los miembros de la comunidad persiste por los constantes intentos de ocupación de espacios abandonados que se producen en todo el país. El domingo 6 de noviembre, en El Paraíso, Vicente Zaccaro fue testigo de cómo un grupo de personas trató de invadir la antigua sede de la Unidad Educativa Paraíso, patrimonio cultural de la Unesco. La intención del grupo, que se identificaron como miembros de la “Comunidad Socialista Villa Betel”, de El Valle, era establecer sus viviendas en la institución.

Dirigentes políticos como el diputado a la Asamblea Nacional, Richard Blanco, estuvieron en el lugar para mediar con los invasores y servir de apoyo a los residentes de la zona que protestaban. “Los vecinos estaban muy molestos. Trancaron la avenida Páez y no se querían ir hasta que sacaran a las personas del colegio. Pienso que la presión que ejercieron fue lo que hizo que los cuerpos de seguridad actuaran de inmediato y evitaran la invasión permanente”, dijo Zaccaro.

Condominios en mora. “Me voy de vacaciones” y esas vacaciones se convierten en dos o tres años. Este es el método que algunos propietarios usan para irse del país sin dejar sospecha de que su hogar quedará a la deriva. Marco Tulio Castro, miembro del consejo comunal de Los Palos Grandes, comenta que por miedo las familias prefieren reservarse el dato de que emigrarán y su vivienda quedará sin ocupantes.

“Ni los consejos comunales ni los condominios sabemos exactamente cuántas casas están en esta situación. Las familias le dejan la llave a una persona de confianza para que prenda las luces o entregan el inmueble a una agencia de bienes raíces. Los vecinos que quedamos nos organizamos a través de grupos de Whatsapp y, para no sentirnos tan vulnerables, hemos instalado cámaras de seguridad y utilizamos radios internas”.

Los inconvenientes que ocasiona una casa deshabitada en una comunidad no se limitan a la seguridad, también recaen en aspectos económicos. Elías Santana, promotor comunitario y directivo del sitio web micondominio.com, reconoce que las familias que abandonan el país y no alquilan o ceden sus viviendas por temor a perderlas generan graves problemas a las finanzas de los condominios: “Mes a mes dejan de pagar y crean una mora considerable que perturba la administración y el incumplimiento de obligaciones. A veces es difícil e incluso imposible localizar al propietario y motivarlo a ponerse al día”.

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