El país caribeño necesita iniciativas que frenen la deriva de su situación política
El País
27 FEB 2015 - 00:00 CET
La sociedad venezolana merece que se ponga fin lo más pronto posible a la situación de inseguridad, física y jurídica, que atraviesa el país y que empeora día a día. Gobierno y oposición tienen la responsabilidad —no en la misma medida, obviamente— de encauzar la situación cuanto antes. No es admisible la degradación material e institucional de un país que por sus recursos materiales y humanos debería estar en los puestos de cabeza en lo que respecta a prosperidad económica y política de Latinoamérica. En este contexto, el Ejecutivo de Nicolás Maduro y los políticos de la oposición (que necesita unirse sin más dilaciones) deben hacer un ejercicio de realismo que les lleve a aceptar algún tipo de iniciativa internacional —como la mediación propuesta ayer por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos— que abra una nueva perspectiva a la dificilísima situación del país.
El asesinato el martes del joven estudiantil de 14 años Kluvier Roa es la demostración del punto de tensión al que han llegado las cosas. Roa murió durante una manifestación opositora en el Estado de Táchira cuando un policía le disparó en la cabeza. Se trata de la quinta muerte de un adolescente por disparos en la cabeza acaecida en las diferentes zonas del país en las últimas semanas; muertes que no han sido aclaradas y generan entre los ciudadanos una sensación de indefensión absoluta. Solamente el miedo sujeta la ola de indignación —de consecuencias difíciles de prever— que todo ello está causando.
Es muy preocupante que Maduro haya dado muestras de estar perdiendo el control de la situación, porque debería ser uno de los interlocutores para desbloquear la gravísima crisis. Con la opinión pública todavía encrespada por la arbitraria y brutal detención del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, el presidente abandonó el habitual tono desafiante, se apresuró a condenar el crimen y añadió que “en Venezuela está prohibida la represión armada”. Pero este es el tipo de juego retórico que no calma los ánimos: hace apenas unos días el mismo Maduro aprobó y justificó la utilización de armamento letal contra las manifestaciones opositoras.
Venezuela necesita una salida con urgencia. Si los actores internos son incapaces, no ya de alcanzar una solución sino de ponerse en el camino correcto para lograrlo, al menos deberían escuchar propuestas y atender a los gestos que les llegan desde el exterior.
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