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martes, 4 de marzo de 2014

Fascio-comunismo

Tal Cual

La innovación del fasciocomunismo fue camuflar este horror con los símbolos y categorías del comunismo justiciero doctrinario. Y Chávez supo llevar esto a un nivel aun superior de perfección, imbricando a Bolívar con el "socialismo del siglo XXI"

HUMBERTO GARCÍA LARRALDE

El término quizás no tenga suerte pero es el que mejor describe, a mi entender, el proyecto actual de gobierno. No es un oxímoron, a pesar de que la historiografía ortodoxa representa al fascismo y al comunismo como movimientos antagónicos.

Cierto que se enfrentaron violentamente por el favor de las masas durante las primeras décadas del siglo XX, pero también lo es la gran similitud entre ambos regímenes totalitarios.

Lo que pasa es que el comunismo emergió triunfante de la guerra, de brazos de los países aliados, campeones de la libertad, mientras que el nazi-fascismo ­vencido- fue retratado en todo su horror con los descubrimientos de los campos de concentración y del nivel de destrucción que obró sobre los pueblos conquistados.

Como movimiento insurgente inspirado en las enseñanzas de Carlos Marx, el comunismo creía poseer el secreto del cambio histórico que liberaría a los trabajadores y a la humanidad en general de la opresión.

Ya el movimiento socialista, precursor, había logrado importantes conquistas sociales y políticas en Europa a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.

No obstante, una vez en el poder, el comunismo demostró ser una cosa muy distinta. El hecho de haber ocurrido en la atrasada Rusia zarista y de haber tenido que enfrentar inmediatamente la reacción contrarrevolucionaria armada, fundamentó la implantación de una severa dictadura para poder sobrevivir.

Luego de haber aplastado militarmente a esta rebelión se convirtió, tristemente, en permanente, legitimada por los marxistas como Dictadura del Proletariado. Pero fue el partido bolchevique, fiel a las tesis leninistas, que asumió esta dictadura en nombre del proletariado.

Pronto Stalin, maniobrando habilidosamente a lo interno del partido para concentrar todos los hilos del poder en la Secretaría General, cargo que ocupaba, la transformó en una dictadura personal.

Los crímenes de Stalin, como los de Mao, nada tienen que envidiarle a los de Hitler. En términos numéricos, los superan. En su afán por concentrar poder y aplastar a la disidencia, los regímenes comunistas reprodujeron iguales métodos que el nacionalsocialismo.

Podría decirse que el comunismo, para consolidarse, se "fascistizó", ¡pero en nombre de los pueblos oprimidos! Stalin, desde luego, no fue fascista, fue ­verdad de Perogrullo- estalinista y sus prácticas sentaron escuela para todos los regímenes comunistas posteriores.

La victoria soviética sobre el nazismo, así como el lustre revolucionario, libertario de sus raíces doctrinarias ­abiertamente violentadas una vez convertidos en poder-, les sirvió para descalificar de "fascista" a todo aquel que criticara los métodos ­fascistas- que aplicaban desde el Estado.

Con ello se banalizó el término, convertido en un significante vacío salvo para aquellos formados en la cultura de izquierda. Sin embargo, evitaron ser identificados con el fascismo y conservaron, para muchos, la imagen de ser antagonistas a él.

Un truco de humo y espejos que el propio Joseph Goebbels hubiera aplaudido rabiosamente. No obstante, el agobiado, pesado e ineficiente modelo soviético ya no podía erigirse como emblema de la superioridad del socialismo.

Los resultados cada vez más desfavorables de estos experimentos en comparación con los de sus contrapartes capitalistas y las violaciones sistemáticas contra los derechos humanos perpetradas por el Estado, urgían inyectarle otros ingredientes que reviviesen la ilusión revolucionaria. Y en eso llegó Fidel (canción de Carlos Puebla).

La épica guerrillera y luego la del enfrentamiento con los gringos, Bahía de Cochinos y crisis de los cohetes de por medio, propaló a Fidel Castro, caudillo carismático como ninguno, a ocupar la posición de héroe rebelde, campeón de la cubanidad, el alfa y omega de la Revolución.

Bajo esta aureola logró imponer un despotismo militar personalista y cruel, que lo ha mantenido 55 años disfrutando de las mieles del poder absoluto. Había nacido el fasciocomunismo. ¿Cómo? Con la adopción de prácticas abiertamente fascistas pero cobijadas en una retórica marxista y auxiliadas por el control total de la economía, legado del modelo soviético.

Es menester, dada la trivialización del término, resumir de nuevo en qué consiste el fascismo. Fue un movimiento revolucionario que se planteó la destrucción del Estado de Derecho liberal en nombre de un interés colectivo superior, asociado a un nacionalismo fanático.

Llegó al poder en Italia y Alemania inspirando a las masas con mitos histó ricos que evocaban luchas épicas contra los enemigos de la Patria. Esencial fue la presencia de un líder mesiánico capaz de galvanizar a sus seguidores en torno a consignas sencillas, maniqueas, apelando a la pasión, no a la razón.

La lucha entre el bien ­nosotros- y el mal ­los otros- justificó la militarización y regimentación de la sociedad, la eliminación de toda disidencia y la discriminación de todos aquellos que no entraban en su visión de patria.

Logró su supremacía política con auxilio de métodos violentos en los cuales jugaron papel importante grupos paramilitares a la orden del partido ("movimientos de camisas"). La manipulación propagandística a través del control de los medios de comunicación y la construcción de una falsa realidad a través de la mentira sistemática, como las campañas de odio, contribuyeron a legitimar su afán totalitario y a mantener la tensión y lealtad de sus seguidores.

Su ideal fue una sociedad uniformada, "pura", limpia de las lacras que estorbasen la consecución del fin superior, y ello llevó a implantar una reingeniería social para erradicar a los indeseados, asociada con el culto a la muerte.

La innovación del fasciocomunismo fue camuflar este horror con los símbolos y categorías del comunismo justiciero doctrinario. Y Chávez supo llevar esto a un nivel aun superior de perfección, imbricando a Bolívar con el "socialismo del siglo XXI".

Bastaba ahora designar de burgués, de "ultraderecha" o de "fascista" a quienes se enfrentaban a sus apetencias desmedidas de poder para ganarse la legitimidad de doscientos años de lucha social o libertaria.

Curiosamente, estos "fascistas", lejos de ser patrioteros y militaristas, son tildados de "enemigos de la Patria" y de "nuestras gloriosas fuerzas armadas" al reivindicar lo civil frente a lo militar.

Ahora, desamparado del embeleso carismático del occiso, con niveles de inseguridad realmente alarmantes, con una crisis económica que no hace sino profundizarse por la torpeza del gobierno y con un movimiento estudiantil y popular al límite de su paciencia, Maduro no tiene más respuesta que reprimir.

Y lo hace de la forma más clásicamente fascista, desatando los colectivos paramilitares, la represión militar y de la policía política, para intentar aplastar a los jóvenes, mientras aplica un blackout informativo y persigue a los reporteros.

Y para excusar su atropello a las libertades pretende beneficiarse de ese genial híbrido desarrollado por Fidel y Chávez, acusándolos de fascistas". Excitando tal resorte ideológico ha desatado una campaña propagandística por todos los medios televisivos ­porque las fuerzas democráticas no controlan ninguno- en la que denuncian el intento de golpe "fascista" (¡!) Nada más repugnante y nauseabundo que ver imágenes de Diosdado Cabello, Ameliach, Jorge Rodríguez o los militares del alto comando dando declaraciones por la tele con un cintillo abajo que dice "no al fascismo" (¡!) Es que el cinismo, la amoralidad, la corrupción de los valores y del respeto por la verdad llega a profundidades insondables con estos miserables.

Pero ésta es la medida del adversario que debemos vencer: del fascismo. Y una última cosa. El fasciocomunismo todavía toca las sensibilidades de gente de izquierda, democrática.

Sus alineaciones ideológicas se disparan, cual arco-reflejo, al oír al castrocomunismo vociferar que "enfrenta al fascismo". Lo ilustra la vergonzosa puja de líderes latinoamericanos democráticos por retratarse al lado de Fidel o de Chávez, seres antitéticos a lo que han sido sus luchas en sus respectivos países.

De ahí la gran genialidad y peligrosidad de esta nueva versión de fascismo. Es capaz de asumir sus prácticas más detestables pero cobijándolas como una pelea de un gobierno democrático ¡para imponerse al fascismo! Nunca la idea de la neolengua totalitaria, acuñada por George Orwell en su ensayo 1984, ha mostrado tan claramente su perversidad.

Recordemos lo que dijo Mahatma Gandhi: "Cuando me desespero, recuerdo que a través de la Historia, los caminos de la verdad y el amor siempre han triunfado. Han habido tiranos, asesinos y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final, siempre caen".

Gritémosle al mundo que a Venezuela la está destrozando una barbarie primitiva, militarizada, empeñada en aplastar la conquista más apreciada de la humanidad; la del respeto por sus derechos universales. Que lo que ocupa el poder es un régimen fascista. La impostura y la mentira no pueden prevalecer.

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