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martes, 5 de marzo de 2013

Balances de gobiernos

Tal Cual

Venezuela para bien o para mal ha vivido una transformación irreversible. Sin duda el país cambió rotundamente en los 14 años de gobiernos de Chávez

MARTA DE LA VEGA V.

Lamentamos los padecimientos del Presidente electo. Sin dejar de reconocer su fuerza y personalidad avasallantes, de gran envergadura política, su relación casi religiosa con quienes lo adoran fanática y mesiánicamente, no podemos dejar de pensar ni callar ante lo que ha sido una transformación irreversible, para bien y para mal, de Venezuela. Sin duda el país cambió rotundamente en los 14 años de gobiernos de Chávez.

Supo hablar al corazón de los más desvalidos social, cultural y económicamente; les dio rango de interlocutores válidos; los convenció de su "poder popular"; restauró la esperanza en muchos sectores, perdida por el extravío que tuvo la democracia "puntofijista" de sus propósitos iniciales en 1958 y puso el dedo en la llaga de las desigualdades más graves.

Pero no fue para aliviar o sanar la herida abierta en el tejido social sino para horadar en ella y profundizarla mediante confrontación, sectarismo, siembra de odio y venganza como mecanismos de cambio social, abriendo una división y lucha de clases contrarias a la tradición igualitaria y jovial de la sociedad venezolana.

Dejamos de vernos como prójimos o semejantes para convertirnos en enemigos potenciales. Quebradas la búsqueda de consensos y la aspiración de armonía entre los distintos sectores, la desigualdad se convirtió en exclusión discriminatoria de quienes no se pliegan al proyecto del "socialismo del siglo XXI".

La inmensa renta petrolera de más de un millón de millones de dólares recibida por este régimen, permitió incrementar sustancialmente el gasto social y muchas iniciativas de inclusión, que no eran ni las primeras ni las únicas emprendidas por un presidente venezolano, salvo por la vehemencia de Chávez para impulsarlas.

Pero también propició un escandaloso despilfarro, la coacción económica y las presiones para imponer silencio y obediencia sumisa a la población dependiente del asistencialismo paternalista y clientelar de un Estado cuya estructura caudillista hoy ha sido llevada hasta la más grotesca exacerbación.

Se agudizaron los vicios de la vieja política característicos del Estado dirigista, populista e interventor, que condujo en el siglo XX la modernización del país bajo dominio de los líderes históricos de la democracia: AD y Copei.

El gobierno de Chávez ha hecho creer que entre 1958 y 1998 no se hizo nada sino saquear el Tesoro Público y poner el Estado al servicio de intereses particulares y partidistas de los gobernantes de turno. No es absolutamente verdad ni siempre fue así.

Después de la huida de Pérez Jiménez hubo logros muy significativos en integración democrática, movilidad social, avances alcanzados no sólo por industrialización de bienes de consumo sino intermedios e industria pesada; masiva y mejor educación, obligatoria y gratuita, hasta estudios universitarios; acceso y cobertura de salud, desarrollo vial e infraestructura, viviendas dignas y subvención a éstas y a la cesta básica de bienes de consumo.

Pero los últimos 20 años de pragmatismo y pérdida de credibilidad de los partidos hegemónicos AD y Copei, truncaron la ilusión anunciada de redención social. Postergada la deuda con los más pobres, rotas las esperanzas de progreso e inclusión para muchos, irrumpió Chávez por la esperanza de luz después del túnel. Triste balance hoy: se agravan inequidades, escasez, zozobra e incertidumbres diarias, atroz situación carcelaria, impunidad, militarismo.

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