Entre tanta violencia, un suceso en particular causó gran espanto en la población: un cunaguaro apareció mutilado en una jaula de El Pinar. Desde afuera de las jaulas, podemos observar y estudiar todo lo que nos da miedo
MARIANELA LAFUENTE
La "deshumanización" puede ser entendida como la pérdida de valores humanistas y de condiciones éticas consideradas tradicionalmente como esenciales en el ser humano, como la solidaridad, la fraternidad, la responsabilidad, la honestidad, etc.
Es una amenaza que surge como resultado del progreso y del avance de la técnica, del capitalismo y el consumismo, en el seno de sociedades que se critican porque han convertido al hombre en un objeto más del mercado, en otra mercancía.
Pero, en la Historia, la definición de "lo humano" siempre ha sido problemática. La cuestionable "esencia humana", si existe, es algo muy difícil de aprehender. Se nos escurre entre lo divino y lo animal, entre la civilización y la barbarie. Un tambaleante equilibrio entre la razón y la locura.
En Venezuela, país inverosímil, convivimos con el espanto. La deshumanización ha dejado de ser un concepto para convertirse en vivencia cotidiana. Basta mirar la situación de las cárceles: espacios inhabitables donde sobreviven presos hacinados en pésimas condiciones, cotos de delincuentes armados hasta los dientes, donde el Estado no tiene ningún control.
Las recientes muertes de Uribana se suman a muchas de todos los días: a las víctimas de enfrentamientos entre bandas, de secuestros, del monstruo de Casalta, y de tantos otros monstruos anónimos que asolan nuestras calles, sin contar a los profanadores de tumbas y otros desquiciados que sacrifican hasta a su madre para salvar a Chávez.
Entre tanta violencia, un suceso en particular causó gran espanto en la población: un cunaguaro apareció mutilado en una jaula de El Pinar. Y nos enfrentamos a la inevitable pregunta: ¿Quién es el animal: el que nos mira desde la jaula, o el que pasea frente a ella? Los zoológicos, como las cárceles, son para encerrar y controlar a lo "otro" que nos amenaza.
Desde afuera de las jaulas, podemos observar y estudiar todo lo que nos da miedo. Cuando se transgrede el límite y se rompen los barrotes, se pierden las fronteras entre nosotros y las bestias, entre la humanidad y la barbarie, la razón y la locura. Por eso las rejas nos interrogan; frente a ellas como espejo, nos invade el pavor de no ser más que animales...
¿Quiénes están adentro? ¿Quiénes están afuera? Cortázar escribió un cuento sobre alguien que visitaba un acuario y se abismaba en la contemplación de unos animalitos tras el vidrio, hasta que un día se transformó en uno de ellos.
"Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos (...) Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales (...) No eran seres humanos (...) Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces.
Me sentía innoble frente a ellos, había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes (...) Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?" Ni siquiera era un tigre. Sólo un flaco cunaguaro. Un gato grande y triste. Ahora cojo. El hombre es un
animal
simbólico, decía Cassirer. Animal al fin.
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