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martes, 15 de enero de 2013

La dieta democrática

Tal Cual

No se trata de meterle la política a todo por el puro placer de politizar o de criticar al gobierno de turno, nada de eso. Se trata realmente de evaluar cómo eso que está allá afuera se construye con el aporte de cada individuo

ANA JULIA NIÑO GAMBOA

Cada inicio de año se convierte en el tiempo propicio para reorganizar la carta de intenciones, deseos, planes y anhelos personales que no llevamos a cabo en el año que terminó e inmediatamente surgen las nuevas metas y propósitos que abrazaremos en esta etapa que se supone nueva.

Es casi obligatorio considerar en el proyecto personal, lo colectivo. Lo que ocurre fuera de la esfera de mi control, si es que algo tenemos bajo nuestro control. A sabiendas de que todo, querramos o no, funciona como una alianza inescindible, porque finalmente el plan personal o familiar depende también de múltiples factores que se conjugan para suponer que podemos lograr alcanzar lo anhelado y sonreír satisfechos.

Por ejemplo, una meta fija de cada inicio de año es hacer dieta, para sanar, adelgazar, sentirse mejor físicamente. En parte, ese plan depende de nuestra fortaleza particular para evitar las tentaciones, para evadir ser víctimas de nuestras debilidades. Pero ese sencillo plan también depende del abastecimiento de productos, de la producción de alimentos, del otorgamiento oportuno de divisas para las inevitables importaciones, y un etcétera casi infinito. Igual ocurre con cada uno de los planes que dibujemos en nuestra carta de intenciones.

O sea, algo allá afuera, que no depende estrictamente de lo particular, nos empuja a suponer que se puede interponer en el plan personal. Creo que eso, es la política del gobierno, los dirigentes políticos y cada uno de nosotros que se pasa la luz roja del semáforo o soborna o paga un gestor para sacudirnos el fastidio del cumplir. No se trata de meterle la política a todo por el puro placer de politizar o de criticar al gobierno de turno, nada de eso. Se trata realmente de evaluar cómo eso que está allá afuera se construye con el aporte de cada individuo.

No hablo de comunas, hablo de ciudadanía. Hablo de la deuda de formación para la crítica y el disenso, para la exigencia del cumplimiento de los planes y políticas públicas, aunque primero hay que establecer esos planes y políticas, y eso también depende de nosotros.

Se trata de reconocer que estamos fallando desde hace rato porque siempre nos hemos reacomodado para no perder el espacio de evasión particular que nos permite culpar a los otros. Hablo, incluso de la desesperanza aprendida y la resignación a la que nos hemos mudado esperando que el mesías aparezca y nos salve.

En esa espera tenemos varios lustros. Lo aprendido cuesta desaprenderlo. A veces llegamos a creer que nos salva el instinto más que la conciencia. Así que 2013 se presenta lleno de retos, tanto en lo personal como en lo colectivo. Aprendimos que la pelea es de largo aliento, que en parte depende de todos y de cada uno de nosotros. Que el mesías político no existe, que el que elegimos para gobernar también se equivoca y debe rendir cuentas.

Es decir, la dieta para sanar el sistema de gobierno, la sociedad que queremos ser, se nutre del esfuerzo y del alimento colectivo. Que nada ocurre por sí solo, que cada músculo democrático debe ser entrenado, formado y fortalecido con el esfuerzo ciudadano y diario. Aprendamos a desaprender esa desesperanza y resignación que nada suma, que todo resta. 2013 es una nueva oportunidad.

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