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martes, 15 de enero de 2013

Falsos dilemas

Tal Cual

La situación que vivimos es el resultado de dos corrientes profundas y profundamente antagónicas que circulan en el chavismo bajo la apariencia de la unidad y comunidad de intereses de los chavistas

OSWALDO BARRETO

Es tan compleja la situación que estamos viviendo los venezolanos en lo que va de este año que corresponde cabalmente a lo que George Gurvitch, uno de los más grandes sociólogos del siglo XX (rusofrancés, 1894-19639) bautizara con el solemne nombre de "Fenómeno social total".

Momento en la vida material y espiritual de una sociedad en que una diversidad de hechos humanos tiene efectos decisivos en el quehacer completo de todos y cada uno de los individuos que la componen y que, seguramente por este carácter totalizador, es asunto del conocimiento y la inquietud de todo el mundo. Nadie, en efecto, entre nosotros, desconoce las posibles causas de este gigantesco embrollo y a nadie tampoco dejan de preocupar los avatares que podrá acarrearnos, según los giros que tome.

OCULTAMIENTO O FALSOS DILEMAS

Pero, a pesar de cuanto hay de común, de general, en esta vivencia, al tratar de explicárnosla (no sólo por afán de conocimiento, sino por la acuciante necesidad de salir de ella, de reencontrarnos en una situación que nos sea más conocida, más soportable), o bien se niega, de forma descarada o vergonzante que haya en ella algo de extraordinario, algo que rompa con lo que ha sido el ritmo de vida que en los diversos planos, político, económico, o cultural nos ha impuesto Hugo Chávez, o bien se le aprecia, se le juzga y se le enfrenta de manera dilemática.

Nos encontramos, así, por parte de los sectores oficialistas y de la gente que en el exterior los apoya con la noción de "continuidad", continuidad administrativa ante todo, pero, sobre todo, continuidad en lo que ha sido la práctica del régimen en lo que respecta a la constitucionalidad, el orden legal o el sistema democrático.

Así, ver tan solo algo extraño o irregular en la forma como Chávez se ha comportado con su enfermedad o como ha interpretado la Constitución o se ha asignado atribuciones en este preciso momento de su juramentación como presidente electo no es otra cosa, para los representantes del poder y para los militantes del PSUV y sus aliados, que asumir una conducta de conspiración o desestabilización del orden público, cuando no de inhumanos anhelos.

Y frente este afán de ocultamiento, la gente de la oposición, así se muestre de acuerdo en la caracterización de lo que estamos viviendo, busca explicarla por causas distintas, se enfrasca en la construcción de verdaderos dilemas.

Así, para unos, cuanto estamos viviendo hoy día en nuestro país es obra de la colonización que ha sufrido Venezuela por parte del régimen de los hermano Castro, con la complicidad de los respectivos aparatos de Estado y a espaldas de los dos pueblos. Y a esa interpretación se contrapone las noción de que todo esto, desde la decisión de Chávez a postularse como candidato a las presidenciales cuando estaba al corriente de que su enfermedad podría dificultarle radicalmente el ejercicio del cargo hasta la designación de Maduro como su candidato para una nueva elección; que todo esto es obra de la libre incontrolada libertad de Chávez.

Día a día, aparecen en los distintos medios argumentos a favor de unas u otra de estas apreciaciones los Castro o Hugo Chávez Y día adía aparece este otro dilema: La situación que vivimos es el resultado de dos corrientes profundas y profundamente antagónicas que circulan en el chavismo bajo la apariencia de la unidad y comunidad de intereses de los chavistas y, fundamentalmente de su fidelidad al único jefe del movimiento: la tendencia civilista, orientada en su conjunto contra el sistema capitalista y en conjunto ansiosa por construir el socialismo en este país a como de lugar. Nos encontraríamos, a la luz de esta interpretación, al borde de una ineludible lucha entre militares y civiles que no podría dar otro resultado que una dictadura abiertamente militar.

Y, más allá de estas dos interpretaciones, sin que necesariamente se presente como alternativa a ellas, se nos habla de otro tipo de dilemas. Nos encontramos ante el inevitable resultado de una campaña de irracionalidad, mitificación y religiosidad que con tenacidad el propio Chávez ha venido desplegando en torno a personas y sus poderes, ante el resultado de lo que una académica de la historia social y de la política nos designa como el la "diosificación" de Hugo Chávez. Y ante esta visión religiosa aparece otra visión del presidente como Mesías: el inexorable resultado del más genuino y más extendió culto profano de los venezolanos: la adulación al jefe, que, aquí es elevado, como explicación de lo que ahora vivimos, a la conocida práctica "socialista" del culto a la perso0nalidad.

NI LO UNO, NI LO OTRO, SINO TODO LO CONTRARIO

Pues bien, dejando par un momento menos apremiante el análisis detenido de estas apreciaciones dilemáticas de nuestra situación y tomando en cuenta tan solo el alcance que ellas pueden tener para nuestra vida políticas, nos atreveremos a adelantar que todas esas apreciaciones constituyen falsos dilemas.

Y esta falsedad nos importa, no por escrúpulos teóricas o gnoseológicos, sino por las consecuencias que puedan tener en nuestra lucha política concreta. Creemos que hay suficientes elementos en nuestra vida diaria para afirmar que muy poco importa si es Chávez o es Castro el causante de que seamos ahora un país sin jefe de gobierno o con dos jefes a la vez o si a esto hemos llegado por que pesa aún más en nuestra vida pública las presencia y acción de los caudillos militares que de los civiles.

O que importa también poco el que nos hayamos vuelto de repente un pueblo religioso o practicantes de una religión secular, ante lo que es el reto fundamental y decisivo para nuestro presente y futuro como pueblo: qué política adelantará el régimen que ejercerá el tercer período de esta nueva era que comenzó Hugo Chávez. Continuará el nuevo presidente, si, como desdichadamente se puede avizorar, emergiera del chavismo (civil, militar, protochavista o protocastrista, místico, santero o monarca por la gracia de la adulación) la política de destrucción del país, envilecimiento de la mayoría de la población y compra de todos los aliados en el exterior de las fronteras? ¿O lograremos imponer un nuevo tipo de política, que se base en la recuperación de nuestra soberanía como nación, en nuestra capacidad de utilizar soberanamente nuestros recursos y la concepción de un país de todos los venezolanos? Estas preguntas no brotan de una posición política o ideológica. Nos la hacen dos fenómenos, que no tienen nada que ver con la voluntad de ningún jefe ni de ninguna tolda religiosa: la crisis económica en que nos encontramos y el hecho también objetivo que Chávez ya no es Chávez y que nadie puede pretender que hará lo que él ha hecho desde la presidencia. Y el reto que representan estas dos preguntas que emergen de la realidad no va dirigido solo a la oposición, sino a todos los venezolanos, civiles o militares.

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