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jueves, 17 de enero de 2013

El buque de los parias

Vladimiro Mujica
TalCual / ND
17 Enero, 2013


El 13 de mayo de 1939 partió del puerto alemán de Hamburgo, el SS Saint Louis, un buque trasatlántico con 938 pasajeros.

Excepto uno de ellos, el resto de los pasajeros eran judíos que intentaban escapar del Tercer Reich alemán después de la terrible “Noche de los Cristales Rotos” el 9 de noviembre de 1938. La historia de cómo Cuba y los Estados Unidos, por razones esencialmente políticas, se negaron a aceptar en sus territorios a los refugiados del terror nazi es uno de los capítulos más vergonzosos de la historia de la segunda guerra mundial. Luego de la negativa del Gobierno de los Estados Unidos a permitirle a los pasajeros desembarcar, el Saint Louis se enrumbó nuevamente hacia Europa el 6 de junio. Algunas organizaciones judías negociaron con diversos gobiernos europeos para obtener visas de entrada para los refugiados: Gran Bretaña aceptó 288; Holanda 181, Bélgica 214 y los restantes 224 encontraron refugio temporal en Francia. Después de la invasión alemana a Europa Occidental en mayo de 1940, 532 pasajeros del Saint Louis quedaron atrapados: de éstos solamente 278 sobrevivieron al Holocausto.

Por supuesto que la historia del Saint Louis no es la única que evidencia que los criterios que aplican los países rara vez tienen que ver con razones de solidaridad humana y que frecuentemente es la “razón de Estado” lo único que priva en las decisiones. En el genocidio de Ruanda se permitió que 800.000 personas murieran durante seis meses antes de que las potencias occidentales y la ONU intervinieran. Algo similar aconteció en Bosnia y más recientemente en Sudán.

Salvando todas las distancias, la conducta de muchos países y de la OEA en relación con el asalto a la democracia venezolana se inscribe en la misma tónica. El asunto es especialmente doloroso porque nuestro país tenía una larga tradición de asilo y atención solidaria a los perseguidos del mundo, especialmente en Latinoamérica y España. En su momento, en Venezuela encontraron refugio chilenos, argentinos, brasileros, uruguayos, colombianos, centroamericanos y españoles cuando en sus países estuvo amenazada su existencia por la violencia de una guerra civil o por la represión de la dictadura. Pero ahora los demócratas de Venezuela estamos abandonados a nuestra suerte por una combinación triste y dramática de las complejidades del mundo y la ausencia de contextura ética en las decisiones de los gobiernos.

UNA HABILIDOSA MANIOBRA

Víctima de una habilidosa maniobra de desinformación de la oligarquía que gobierna Venezuela y del chantaje de que nuestro país tiene las reservas probadas de crudo más grandes del mundo, la democracia venezolana está siendo lentamente asfixiada sin que los amigos de otrora levanten un dedo para impedirlo. La posición del secretario general de la OEA es especialmente patética al anunciar parsimoniosamente que se respeta lo que decidan las instituciones venezolanas. Poco importa si la división de poderes ha desaparecido o si las instituciones están en última instancia al servicio del proyecto de poder del chavismo. Pero la posición de los Estados Unidos o de Colombia, que de palabra consideran un factor de desequilibrio al gobierno venezolano pero que en la práctica continúan “bussiness as usual” también deja mucho que desear. Otro tanto puede afirmarse de la posición de Brasil, el nuevo árbitro regional, avalando todos los atropellos del régimen venezolano contra la Constitución del país.

Así las cosas, a los demócratas nos toca una tarea muy dura en llevar nuestro caso no solamente a las instancias internacionales sino a la gente de otras tierras. Es tiempo quizás de plantearse un rol diferente y más activo para la comunidad de venezolanos en el exterior. Toda una generación de nuestra gente, profundamente sensibilizada por la pérdida de los valores democráticos en nuestro país, se ha venido formando y tiene vínculos activos en muchos países. Hasta ahora el único lazo con ellos ha sido para organizar la participación electoral en el extranjero, pero ha llegado el momento de incorporarlos en una campaña internacional de denuncia sobre lo que está realmente ocurriendo en Venezuela y que apunte a mitigar los corrosivos efectos de la campaña de desinformación que adelanta el chavismo con la asesoría cubana.

Estamos transitando tiempos oscuros y difíciles no solamente por los intentos claros de imponer un proyecto autoritario a la sociedad venezolana, sino por la complicidad interesada de importantes actores internacionales. Quizás otro aprendizaje que tenemos que hacer de las luchas del pueblo judío es aprender a concentrar la voluntad y a tomar nuestro destino en nuestras propias manos sin esperar soluciones mágicas desde afuera. Quizás entonces los sordos, ciegos y mudos de ahora reaccionaran.

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