"Se trata de una manera según la cual las reglas del juego se pueden cambiar a voluntad del dueño del equipo, de la pelota y novio de la madrina, que para más tiene sometido al árbitro"
ALBERTO LOVERA
Se trata de una manera según la cual las reglas del juego se pueden cambiar a voluntad del dueño del equipo, de la pelota y novio de la madrina, que para más tiene sometido al árbitro. No importa si cuando se inició el juego eran otras las reglas a las que se supone se someten todos los jugadores.
Esta manera de conducir los asuntos públicos, que sólo es posible cuando no existe independencia entre las diferentes ramas del poder y ellas responden a los requerimientos de la perpetuación del núcleo dominante, conduce a que frente a cada situación se imponga una interpretación que coyunturalmente le conviene al desorden establecido, maltratando los principios básicos de la sociedad democrática, que supone una estabilidad de reglas.
Al inicio del nuevo período presidencial de Chávez se le ha podido dar una solución constitucional y legal menos traumática sin interpretaciones “sobrevenidas”. La manera como la han tratado, aunque a gusto del partido-Estado en el poder, ha incrementado la incertidumbre para la sociedad venezolana. Las reglas se van cambiando a lo largo de cada jornada. Y cada nuevo evento no previsto obliga a otra decisión plagada de discrecionalidad y arbitrariedad. Y la atención de los problemas de los venezolanos sigue pendiente.
La democracia se fundamenta en el respeto de la existencia del otro, no en su negación. La convivencia es consustancial a ella. La mayoría, siempre temporal, aunque se extienda por un largo tiempo, tiene que reconocer a su contraparte. Está allí, existe y actúa. No hay viabilidad socio-política si se la ignora.
Acomodar los principios constitucionales a la contingencia es peligroso. Aunque parezca que se domina la situación más tarde o más temprano puede saltar la liebre. Un cambio de la correlación de fuerzas sociales y políticas hará añorar que existan reglas del juego estables, no sometidas a la arbitrariedad del poder.
Se sienten inexpugnables, a pesar de la incertidumbre sobre su líder, quien ha sido su mayor fortaleza y debilidad. La arrogancia los obnubila, mientras se entregan vergonzosamente a los dictámenes de un poder extranjero, ignorando el palpitar de un tejido social variado en necesidades y demandas.
Sustituir la Constitución por algo como el Código Alternativo Bolivariano puede funcionar un tiempo, pero no todo el tiempo. Algo que descubrirán quienes embriagados por el poder se les olvida que la marea sube y baja en los mares y en la política.
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