La democracia liberal, expresa la forma política más avanzada de la economía capitalista de mercado la única contemporánea. A la par que riqueza, este tipo de economía está creando en todas partes enormes y aparentemente terminales conflictos sociales y ambientales que requieren de urgentes modelos sustitutivos de gobierno
CANTÓRBERY CUEVAS
La francesa estaba ya podrida y representaba un lastre, una desentendida y holgazana clase terrateniente mientras otra nueva, burguesa y pujante, despuntaba reclamando nuevas formas de eso que ahora llaman gobernanza. Siglo y pico antes, en Gran Bretaña los comerciantes puritanos habían tomado el poder decapitando al rey en acto históricamente apresurado.
La ley feudal volvió a imponerse colocando en el trono al hijo del depuesto, dando tiempo a la maduración del fruto y al desinflamiento del imperio. Y ahorrándose de paso una revolución mayor.
Las revoluciones el siglo XX, en condiciones de inestabilidad social y política, partieron de una interpretación mecánica y falaz de la historia, según la cual las fuerzas productivas burguesas estarían agotadas y habría que abrirle paso a la pretendida sustitutiva clase obrera con la toma del poder, en Rusia, China y otros países atrasados el campesinado haciendo de partera.
Ocurrió sin embargo que 1) las fuerzas productivas capitalistas no estaban agotadas, 2) los obreros no asumieron no tenían por qué el liderazgo de la historia, y 3) nada más que un capricho mesiánico suponía la tesis de una necesaria dictadura del proletariado, que a fin de cuentas la terminaría ejerciendo no los obreros sino una nueva burocracia autocrática.
La democracia liberal, la única contemporánea, expresa la forma política más avanzada de la economía capitalista de mercado la única contemporánea. A la par que riqueza, este tipo de economía está creando en todas partes enormes y aparentemente terminales conflictos sociales y ambientales que requieren de urgentes modelos sustitutivos de gobierno.
Pero no será con recetas fracasadas de un género exhausto de donde éstos saldrán. Un golpe de Estado populista en una nación democrática corrupta puede abrir esperanzas a los más pobres y dar pie a elecciones libres y victoriosas que a su vez halaguen a los desheredados con dadivosa repartición de renta.
Puede aún sacudir los recuerdos resucitando vivencias antes gloriosas y ahora horras y cansadas. Pero en política la nostalgia es mala consejera y no habrá ningún socialismocomunismo, cuyo tiempo pasó en el mundo, sino capitalismo de Estado plagado de arbitrariedad militarista y altos niveles de entropía.
Se requerirá de algo distinto a eso y lo contrario de eso para sacar la herrumbre del camino y abrir brecha al fracaso en una y otra mitad del mundo durante un siglo completo de guerras y revueltas y acumulación de capital en el abordaje incompetente del creciente problema.
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