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martes, 30 de octubre de 2012

Igualito a Chávez

Tal Cual

Carlos Andrés Pérez es el presidente del pasado que más se parece al del presente. Hay en el ambiente otra semejanza con Pérez: percibo un tufo de revuelta social. Lo que ocurrió hace poco en el ferrocarril de Cúa fue un diminuto Caracazo.

JULIÁN MARTÍNEZ

Carlos Andrés Pérez es el presidente del pasado que más se parece al del presente.Durante sus respectivos períodos de gobierno ambos mandatarios se ven a sí mismos como líderes latinoamericanos, ofreciendo obsequios a otros países en medio de un boom petrolero como pocas veces hemos vivido. Los dos gozaron de una popularidad enorme, a veces empañada por el fantasma de la corrupción des enfrenada.

Entre otras semejanzas, el Comandante también ha experimentado el desencanto de sus votantes (ha bajado del 80% al 55%). Y viendo cierto clima de frustración que se vive después de esta nueva victoria del líder de la revolución, últimamente tengo la sensación de que hay en el ambiente otra semejanza con Pérez: percibo un tufo de revuelta social. Lo que ocurrió hace poco en el ferrocarril de Cúa fue un diminuto Caracazo.

Un motín vandálico producto de la indignación de los que madrugan para sufrir las "ventajas" del incompleto ferrocarril eternamente en construcción. Por muy grandes que sean las represas policiales de este Gobierno tan dado a la intimidación, el curso de los ríos del desencanto de los que alguna vez creímos en él crece como el Guaire con estas lluvias. Esperemos que no ocurra un nuevo Caracazo, porque sólo traería más desgracia a la que ya hay.Además los muertos en esos casos los suelen poner los inocentes y el pueblo humilde.

Contemos con que el comportamiento cívico demostrado el 7 de octubre nos lleve a reclamar con la paz y la firmeza de los que sabemos que lo cortés no quita lo valiente. Y ojalá que el Presidente y su equipo, tal y como prometieron, se vuelvan siquiera un poquito más eficientes.

Porque puede llegar a suceder que el abuso de poder y el uso de los recursos del Estado con fines personales, junto a la fidelidad religiosa que le profesan algunos, la admiración de otros y el miedo de muchos, no sean suficientes para calmar a los que ya no pueden seguir teniendo paciencia ante tanta injusticia y marginación. De todo corazón espero equivocarme. Espero que mi sensación de ambiente enrarecido sea sólo eso: una sensación.

El problema es que a estas alturas la paranoia y la realidad se mezclan de tal manera que se nos hace cada vez más difícil identificar una y otra. En todo caso también hacen falta nuevas y pacíficas formas de reclamar y de no aceptar el constante atropello hacia un sector de la población.

En la UCV, por ejemplo, hartos de ganar tres veces menos que otros profesores del país (sólo porque la mayoría de nosotros no somos acólitos de la revolución) estamos contemplando la posibilidad de irnos a un paro indefinido junto con el resto de las universidades más importantes de la nación. Y si tampoco así nos oyen, nos pondremos a cantar serenatas en el balcón del pueblo. Quizá Chávez se nos una y cantemos todos juntos.

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