Los venezolanos tenemos ahora nuestro Oliver Hardy y nuestro Stan Laurel, pero en esta campaña que nos lleva al 7-O, las cosas no son como en las películas. Cuando termine, sólo una parte del público aplaudirá
MARIANELA LAFUENTE
Sus películas están llenas de episodios épicos: un personaje destruye los bienes del otro y terminan acabando con todo. O los dos se dan golpes por turnos en la cabeza, quedando al final inconscientes.
Oliver Hardy, el gordo, desempeñaba un rol arrogante, dominante y autoritario. Stan Laurel, el flaco, jugaba un rol más pasivo y dócil, con un rostro que se hizo famoso por su expresión ausente. El flaco era un personaje más tolerante, paciente y mucho menos agresivo, con mejor humor y aparentemente más gafo que el gordo. Pero, en realidad, a pesar de su supuesta debilidad, el flaco casi siempre resultaba con la mejor parte.
Hay escenas emblemáticas. Como aquélla donde los dos personajes trabajaban en la construcción de una casa y Hardy (el gordo) sostenía unos clavos en su boca. Laurel le da una palmada en la espalda y Hardy se traga los clavos. Otra: Laurel chasquea los dedos y sale una llama. Enciende una pipa y fuma tranquilamente.
Hardy, en cambio, después de varias tentativas, logra al fin encender una llama. Entre gritos de dolor, se quema la mano y no logra apagarla. Casi todas las películas terminaban bien. Todo el público se reía y salía contento con las historias de estos personajes tontos, infantiles, torpes y destructivos, que a pesar de sus peleas mantenían siempre su amistad. Había bondad y solidaridad en el humano humor que nos entregaban los actores.
Los venezolanos tenemos ahora nuestro gordo y nuestro flaco, pero en esta campaña que nos lleva al 7 de octubre, las cosas no son como en las películas. Cuando termine, sólo una parte del público aplaudirá.
Aterrorizando a las multitudes, el gordo cada vez está más inflado y deforme, y se eleva como un enorme globo rojo sobre su carroza para aplastar al flaco y sus amigos. Ha confesado que está muy enfermo. A pesar de eso, amenaza con violencia e incertidumbre, si él no gana. El flaco, junto con la mitad del país que lo sigue, asegura que va a ganar. Y puede que así sea. Todo indica que mucha gente no creerá en los resultados. Y, si hay guerra, lamentablemente no será con pasteles.
Hay una película del gordo y el flaco con un final diferente. En Los Locos del Aire (1939), Ollie y Stan se estrellan en un accidente de avión. El gordo muere y sube al cielo con alas de ángel. Al final, el flaco camina solo por una carretera y encuentra un caballo que habla. Con sombrero, bigote, y la voz del gordo, el caballo le dice al flaco: "Me metiste en otro bonito lío, Stan". Así termina la película. Vota el domingo
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