Los venezolanos tenemos ahora nuestro Oliver Hardy y nuestro Stan Laurel, pero en esta campaña que nos lleva al 7-O, las cosas no son como en las películas. Cuando termine, sólo una parte del público aplaudirá
MARIANELA LAFUENTE
Las películas de Laurel y Hardy hicieron reír a multitudes durante la primera mitad del siglo XX. El recurso cómico más usado en ellas, era la exageración de la violencia física (el famoso "slapstick"). Los diálogos eran suplantados por agresiones y humillaciones que se sucedían por turnos, de un personaje hacia el otro, de manera sistemática. Las escenas de guerras de pasteles, donde los héroes emergen de la batalla cubiertos de crema o de lodo, son recurrentes.
Sus películas están llenas de episodios épicos: un personaje destruye los bienes del otro y terminan acabando con todo. O los dos se dan golpes por turnos en la cabeza, quedando al final inconscientes.
Oliver Hardy, el gordo, desempeñaba un rol arrogante, dominante y autoritario. Stan Laurel, el flaco, jugaba un rol más pasivo y dócil, con un rostro que se hizo famoso por su expresión ausente. El flaco era un personaje más tolerante, paciente y mucho menos agresivo, con mejor humor y aparentemente más gafo que el gordo. Pero, en realidad, a pesar de su supuesta debilidad, el flaco casi siempre resultaba con la mejor parte.
Hay escenas emblemáticas. Como aquélla donde los dos personajes trabajaban en la construcción de una casa y Hardy (el gordo) sostenía unos clavos en su boca. Laurel le da una palmada en la espalda y Hardy se traga los clavos. Otra: Laurel chasquea los dedos y sale una llama. Enciende una pipa y fuma tranquilamente.
Hardy, en cambio, después de varias tentativas, logra al fin encender una llama. Entre gritos de dolor, se quema la mano y no logra apagarla. Casi todas las películas terminaban bien. Todo el público se reía y salía contento con las historias de estos personajes tontos, infantiles, torpes y destructivos, que a pesar de sus peleas mantenían siempre su amistad. Había bondad y solidaridad en el humano humor que nos entregaban los actores.
Los venezolanos tenemos ahora nuestro gordo y nuestro flaco, pero en esta campaña que nos lleva al 7 de octubre, las cosas no son como en las películas. Cuando termine, sólo una parte del público aplaudirá.
Aterrorizando a las multitudes, el gordo cada vez está más inflado y deforme, y se eleva como un enorme globo rojo sobre su carroza para aplastar al flaco y sus amigos. Ha confesado que está muy enfermo. A pesar de eso, amenaza con violencia e incertidumbre, si él no gana. El flaco, junto con la mitad del país que lo sigue, asegura que va a ganar. Y puede que así sea. Todo indica que mucha gente no creerá en los resultados. Y, si hay guerra, lamentablemente no será con pasteles.
Hay una película del gordo y el flaco con un final diferente. En Los Locos del Aire (1939), Ollie y Stan se estrellan en un accidente de avión. El gordo muere y sube al cielo con alas de ángel. Al final, el flaco camina solo por una carretera y encuentra un caballo que habla. Con sombrero, bigote, y la voz del gordo, el caballo le dice al flaco: "Me metiste en otro bonito lío, Stan". Así termina la película. Vota el domingo
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