ELIZABETH ARAUJO - Tal Cual
El Comandante se quedó hasta el lunes en San Félix para enderezar el entuerto del pésimo mitin del pasado sábado. Por donde quiera que se le mire, un acto escuálido y torcido, donde los asistentes, lejos de escuchar por enésima vez la explicación de cómo el socialismo los hará libres, se dedicaron a sonar pitos y cornetas, aprovechar para tomarse fotos en grupo, a fin de dejar constancia de que se habían quedado hasta el final.
El gobernador Rangel Gómez (perdonen, pero no puedo citar estos apellidos sin evocar la tarde del 11 de abril cuando el hombre, muy obediente, se le puso a la orden al "presidente" Carmona) sudaba a chorros. No es que su cargo esté en juego, porque todos saben que entre el Presidente y él hay una vieja amistad, tejida más en complicidades y chanchullos, que en viejos afectos. De modo que era enorme su responsabilidad de que esta vez el acto no concluyera en el apagón informativo, cuando sin avisar, la cadena presidencial salió de las pantallas por "fallas técnicas".
No vamos a repetir lo que sucedió en la central hidroeléctrica de Caruachi, porque ya es de dominio público, como también lo es en el Comando Carabobo que al presidente-candidato las cosas le están saliendo volteadas. No se trata solo del mitin en Valencia, en presencia de Sean Penn, y con la multitud rojita coreando "Lacava, Lacava", mientras él se desgañitaba tratando de imponer al candidato para la Gobernación de Carabobo. Ni recordaremos su falsa demostración de amor a la clase media en el Teresa Carreño con una audiencia que hacía como si lo escuchaba, cuando en realidad solo esperaba por el título de propiedad de la vivienda prometida.
La cosa se ha vuelto difícil. No puede dar un paseo en la carroza, cada vez más resguardada por cubanos que no dejan subir al ministro Izarra y golpean a los sospechosos, sin que le salga una doña reclamando que su casa está por caerse o alguien que le recuerde la promesa de empleo que le hizo el año pasado. El presidente-candidato lo sabe. Ya no le hacen gracia encuestas de Jesse ni de Schemel. Del otro lado, no toman en serio sus amenazas de invadir Londres con los ejércitos del ALBA y de Unasur, y los socios brasileños y argentinos del Mercosur preparan containers con alimentos para defender la soberanía alimentaria de la revolución bolivariana.
Como en los capítulos finales de El Otoño del Patriarca, el Comandante parece intuir que su mundo se derrumba. Las gallinas se meten en las habitaciones, dejando huellas fecales en el chinchorro, donde alguna vez soñó erigir una patria socialista, mientras observa por la tele a ese joven entusiasta rodeado de gente humilde en los pueblos, predicando que mejor que tanques hay que construir escuelas. Qué noche la del comandante. No hablo de la del lunes frente a la masa de trabajadores del PSUV exigiendo la firma del contrato antes que corear su nombre, sino la del 7 de octubre, cuando ese descontento acumulado se transforme en una expresión de alegría, y Capriles Radonski suba a la tarima para decretar que la reconstrucción del país ha comenzado.
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miércoles, 22 de agosto de 2012
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