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jueves, 30 de agosto de 2012

Nunca más

SIMÓN GARCÍA - Tal Cual

No tenemos gobierno. No existe en las cárceles, colocadas bajo control de los reos que pueden desde ellas dirigir actos delictivos tras y fuera de las rejas. Hemos llegado al alarmante punto en el que unos mismos sujetos desempeñan el rol de policías y ladrones. A golpes contra la ética se ha enriquecido impunemente una nueva burguesía roja.

No tenemos futuro con el modelo oficialista. Cada vuelta de tuerca nos lleva hacia atrás. Todos los países de América Latina luchan por cruzar su puente hacia el siglo XXI, nosotros nos lanzamos hacia el pasado.

Antes competíamos con ellos y superábamos a muchos, ahora estamos out.

En catorce años hemos pasado a ser el ejemplo del atraso.

El poder que nos domina no tiene vergüenza. Ha degradado a los venezolanos propiciando odios, exclusiones y el desprecio por normas y valores. Nos ha conducido a este antipaís que padecemos. Nos ha quitado el derecho a ser diferentes y a confrontar posiciones políticas sin tratarnos como enemigos.

Nos ha rodeado de mentiras y pretende que vivamos en ellas.

Tenemos unas autoridades incompetentes. Las pruebas son inocultables. Pueden encontrarse en los propios datos oficiales. Pero, sobre todo, pueden sufrirse en cualquier ciudad del país, todas declinando hacia su ruina.

Tenemos unas autoridades antidemocráticas. Hay un error en las visiones que le suponen una naturaleza democrática a este gobierno.

No estamos en presencia de un autoritarismo consentido y menos aún en una versión de populismo participativo.

Los espacios de libertad que existen son el producto de la resistencia de la sociedad, de la presión internacional y de un manejo instrumental de la democracia por parte del anacrónico aparato dominante que pretende perpetuarse en el poder.

El gobierno actual es un peligro para la sociedad. El jefe de su cúpula, el candidato oficialista, es símbolo de violencia, de agresiones, amenazas y engaños reciclados.

Pretende situarse por encima de todo control público. Es un carácter conflictivo y esponjao de soberbia. Un impulso anticívico.

Ojalá fuera una metáfora que el país se nos está cayendo. Que fueran un sueño y no una pesadilla las consecuencias de una gestión más ocupada en imponer una ideología que en resolver los problemas. A la cúpula roja le interesa más atizar la lucha de clases que buscar el bienestar público.

Tres sucesos conectados por la irresponsabilidad han sacudido al país. Yare, Cúpira y Amuay. Son tragedias nacionales que rechazan la terapia oficialista de restarles importancia y presentarlas como eventos normales. En todos ellos los jerarcas del cinismo han ondeado el fantasma de asignar la culpa a un pasado que desde hace años encarnan ellos mismos. No han perdido tiempo en jalar el filo electoral, insinuando saboteos y atacando por mampuesto a la oposición.

Afortunadamente el ciclo autocrático ha entrado en su punto de no reelección.

No hay que explicarse demasiado: hay un camino.

Esa es la cantada o susurrada contraseña para reivindicar la esperanza y comenzar a compartir una victoria que ponga, por fin, a ganar a Venezuela.

@garciasim

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