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jueves, 30 de agosto de 2012

Esta función, no

FERNANDO LUIS EGAÑA - Tal Cual

No. Esta función, este tipo de gobernanza, esta satrapía, este despotismo habilidoso y corrosivo, no debe continuar. Catorce años son más que suficientes para calibrar su naturaleza, su proceder y su alcance. Catorce años que han supuesto el colosal malbaratamiento de una época de vacas gordas.

No. No merece continuar esta función.

Pero la hegemonía imperante todo lo calcula y condiciona para que la función continúe.

Todo. Desde el despacho de los cuantiosos recursos presupuestarios hasta la definición de la legalidad emergente. Desde el manejo partisano de las fuerzas militares hasta el control creciente del espacio radiotelevisivo.

La prioridad es el continuismo. Así ha sido a lo largo de los tres gobiernos sucesivos del señor Chávez.

Y así es en el presente. La formalidad del Estado de Derecho se mantiene para favorecer el continuismo. El sistema electoral se concibe y desenvuelve con ese mismo propósito. El enfrentamiento entre venezolanos se atiza para que engrase el continuismo.

Y el continuismo del presente conllevaría a ensanchar y profundizar la crisis de viabilidad nacional que encara Venezuela. Y es que ya el tema de la crisis no es la política, o la economía, o los desafíos sociales, o cualquier aspecto problematizado de la realidad venezolana. El meollo de la cuestión es si Venezuela es o no una nación viable en términos de convivencia y desarrollo.

De continuar esta función, lo sería cada vez menos. Y el que dos de cada tres jóvenes estén dispuestos a irse y establecerse en el exterior, es una evidencia contundente y catastrófica de esa pérdida de viabilidad.

No sabemos, desde luego, si otra función pudiera atajar el agravamiento de la crisis y abrir caminos de buen futuro.

Buena parte de los venezolanos desea y confía en que así sea. Quizá más ilusionados por la prédica publicitaria que por la valoración de las dificultades y oportunidades. Pero lo más importante, es que aumenta la conciencia social sobre la necesidad de cambiar de función, y ello no sólo debe incluir al Presidente y su gobierno, sino a la configuración del régimen político y su relación con la sociedad.

En medio de la tragedia de Amuay, la previsible respuesta oficialista es que la función debe continuar. Y no. La respuesta razonable y necesaria no es ésa. Es exactamente la contraria.

Esta función, este tipo de gobernanza, esta satrapía, este despotismo habilidoso y corrosivo, no debe continuar.

flegana@gmail.com

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