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miércoles, 1 de agosto de 2012

El colapso de la industria de alimentos

Tal Cual

Se ha instalado un control de precios que ha mermado hasta el exterminio la rentabilidad de la industria. Comparado con 2008, en 2012 se ha producido 7,3% menos. Nada de esto preocupa al gobierno
   
JOSÉ GUERRA

Guiados por los criterios que a la política económica le ha impreso el ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, actualmente la industria productora de alimentos de Venezuela languidece víctima de medidas que literalmente han liquidado su potencial productivo. Una combinación de medidas cada una de ellas más absurda que la anterior, se han conjugado para mantener a la manufactura de alimentos en estado catatónico.

Creyó el ministro Giordani que el anclaje del tipo de cambio era suficiente para disminuir la inflación. Como en todas partes donde se ha aplicado, esa medida fracasó estrepitosamente y lo que ha provocado es la destrucción del establecimiento manufacturero de Venezuela, imposibilitado de competir con importaciones baratas subsidiadas por un tipo de cambio artificialmente bajo como lo es la cotización oficial del dólar. A esa tasa de cambio de Bs 4,30 por US$ Venezuela está inhabilitada para competir en mercados internacionales y en cualquier producto que no sea petróleo. La razón es obvia de ser entendida por alguien que esté dispuesto a sopesar un argumento como el siguiente.

Si el tipo de cambio está fijo en Bs 4,30 por US$ durante tres años y la inflación en Venezuela hace que los costos de producción cada año se eleven en promedio 25% mientras que los costos de los países que compiten con nuestros productos crecen a razón de 6% en promedio anual, la conclusión lógica es que los productos venezolanos se encarecen y los externos se abaratan.

Lo único que puede remediar esa pérdida de competitividad externa es que en Venezuela se genere un aumento compensador de la productividad, cuestión ésta que no ha sucedido toda vez que para el gobierno, atrapado en su dogmatismo, la palabra productividad, le suena a neoliberalismo. De esta manera, a los venezolanos los productos extranjeros le lucen baratos y los nacionales costosos.

A ello se añade un conjunto de costos directos e indirectos que tiene que ver con el exceso de trámites y las dificultades para producir que existen en Venezuela, que van desde regulaciones a la dquisición de divisas hasta solvencias laborales pasando una Ley del Trabajo que encareció el trabajo. Súmese a lo anterior la amenaza siempre potencial de expropiaciones y confiscaciones de empresas, también motivadas en el dogmatismo ideológico. Con la brújula de los manuales de marxismo-leninismo como norte, se lanzó el Gobierno a la conformación de un sector estatal en la industria manufacturera lo que ha resultado en un fracaso espectacular.

Millones de dólares ha malgastado el Gobierno en empresas estatales arruinadas todas ellas y también en créditos que van a parar no a manos de empresarios verdaderos sino en rentistas que fingen ser capitanes de empresas y que han sabido aprovechar para su peculio las bondades de un Estado dispendioso.

LOS CONTROLES

Conjuntamente con lo anterior se ha instalado un control de precios que ha mermado hasta el exterminio la rentabilidad de la industria de alimentos y que amenaza igualmente a la farmacéutica. Los efectos perniciosos del control de precios se potenciaron con la Ley de Costos y Precios Justos que ha logrado la rebaja en precios de ciertos productos al inmenso costo de cerrar líneas enteras de producción y limitar la contratación de nuevos trabajadores. En tanto que una inflación desatada ha provocado que los salarios aumenten todos los años y que las materias primas nacionales e importadas también se incrementen, los precios de muchos bienes siguen congelados.

LA CAÍDA

El resultado ha sido que los márgenes sobre los costos se han achicado en unos casos y desparecido en otros, lo que se ha traducido en un estancamiento de la producción de bienes alimenticios como se evidencia en el gráfico adjunto. Si en Venezuela la agenda económica y política estuviese signada por la preocupación genuina por los problemas nacionales y no por las nuevas facciones mestizas de Simón Bolívar, la información contenida en ese gráfico donde se evidencia una caída de 7,3% en la producción de alimentos en los primeros cuatro trimestres de 2012, hubiese hecho sonar las alarmas de quienes dirigen la política económica. Comparado con 2008, en 2012 se ha producido 7,3% menos alimentos que en 2008. Nada esto preocupa al Gobierno. Corresponderá a la gestión de Capriles Radonski enmendar los graves errores cometidos por el gobierno de Chávez, diseñar una política que disminuya de verdad la inflación y que estimule lo hecho en Venezuela, especialmente la manufactura de alimentos.

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