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martes, 31 de julio de 2012

La última oportunidad

"Si no es ahora esto se lo lleva el diablo y yo ya tengo pasajes para el 8 de octubre"

ROBERTO GIUSTI |  EL UNIVERSAL
martes 31 de julio de 2012  12:00 AM


Esta es la última oportunidad de la democracia, si esta vez perdemos la derrota será definitiva, estamos ante unas elecciones que decidirán si el país quiere vivir en democracia o en dictadura. Esta y otras frases dramáticas y dilemáticas han sido el lugar común cuando se acerca un torneo electoral y a pesar de muchos reveses (sobre todo al principio) y de unos cuantos aciertos (la mayor parte en los últimos tiempos), el país no ha entrado en una fase irreversible.

Es cierto, nos hemos mantenido en un equilibrio inestable, en un eterno tira y encoge, en una pugna cerrada y a veces desalentadora porque mientras un bando dedica todo su esfuerzo en lograr el control absoluto de la sociedad, el otro se entrega, íntegro, en evitar que eso suceda. En el intervalo el país se diluye en los trances de la polarización, nadie se ocupa de unos problemas que, desatendidos como están, van adquiriendo dimensiones catastróficas y si de una parte no se logra imponer la dominación total, de la otra no se termina de avanzar en el objetivo de establecer lo único que debe ser definitivo: la alternabilidad inscrita en un marco democrático.

Otro lugar común que sale a relucir cuando se advierte sobre esta indefinición crónica es que "ahora sí este es el último chance". Si no lo logramos ahora, esto se lo lleva el diablo y yo ya tengo pasajes para el 8 de octubre. Y saben qué: esta vez sí aplica la moraleja del pastorcillo travieso, las ovejitas y el lobo. Ya sabemos que los lugares comunes suelen ser verdades obvias y un triunfo de Chávez significaría su enésimo intento por cogerse el país entero.

Digo intento porque podría seguir ocurriendo lo de siempre, la indefinición, sólo que entonces sí estaríamos ante un panorama desolador: el derrumbe de un sistema que se está consumiendo en la podredumbre moral, el divorcio entre el discurso y la realidad y una clientela que perdió la ilusión y sólo se mueve por el estímulo material. Pero ese escenario resulta similar o peor que el de una sociedad tutelada por un déspota porque significaría el caos y la anarquía.

Por suerte los números de las últimas encuestas resultan negativos para la opción continuista, cuya propuesta del líder necesario y providencial no está siendo comprada con la facilidad de otros tiempos. Efectivamente, estamos ante la última oportunidad pero también es verdad que Henrique Capriles se dedicó a construirla con ejemplar tenacidad, voto a voto, pueblo a pueblo, en un recorrido entrañable por el país que será decisivo a la hora de contar los votos. Al final aquella lucha no resultó estéril y sobre ella emerge un liderazgo que sabe amoldarse a los anhelos de una creciente mayoría.

rgiusti@eluniversal.com

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