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lunes, 30 de julio de 2012

"FRAUDE" 2004


ENRIQUE OCHOA ANTICH - Tal Cual
eochoaantich@gmail.com
@EOchoaAntich

La semana pasada discutí en este espacio la amenaza mítica del fraude electoral, especie paralizante que conduce al nihilismo más estéril: si todo está cantado de antemano, nada se puede hacer y votar pierde todo sentido. Como epílogo de aquella columna, recordé que, para reforzar la tesis peregrina, suele extraerse de la chistera de estos prestidigitadores retroactivos el entrecomilladísimo "fraude" que habría tenido lugar durante el referendo revocatorio de 2004. Vayamos por partes.

Primero, lo histórico, lo político, pues no pretendo, al menos por esta vez, desagregar las objeciones técnicas de un pasado ya distante (lo haremos pronto sobre las que nos interesan: las que aún se argumentan hoy).

Tengo para mí que la principal causa por la cual una parte (cada vez más pequeña pero muy ruidosa) de la mitad del país político que perdió el revocatorio ha llegado a creer de veras, con genuina buena fe, que entonces hubo fraude, es la polarización extrema, política y social, que sufrió, que ha sufrido la nación por muchos años. Cada parte se encuentra separada a tal punto de la otra, enclaustrada en su campana de cristal, relacionándose consigo misma como un universo cerrado (aunque todo esto ha cambiado dramáticamente), que su visión de la realidad se deforma. Si todos a los que yo encuentro en mi camino piensan y opinan igual que yo, es lógico que termine por creer que mi preferencia política es ampliamente mayoritaria.

Eso pasó en el revocatorio y habría pasado igual sólo que al revés si los resultados hubiesen sido los contrarios. Puesto que la polarización social se muestra incluso en términos geográficos (en el barrio el entorno electoral del revocatorio era uno, en las urbanizaciones era otro), la votación del "Sí" y la del "No" estaba concentrada en espacios electorales claramente diferenciados. La impresión que causaban los centros de votación de clase media, por ejemplo, donde el compromiso con la oposición ha sido muy claro y consistente por años, era que la revocación del mandato presidencial había ganando por paliza. Al conocer los resultados en todo contrarios, quienes habían tenido la experiencia sólo en aquellos centros no podían sino creer que se había producido un fraude electoral gigantesco.

Pero la realidad, más allá de los pormenores técnicos que abordaremos en próximas columnas, es que el análisis, el escrutamiento de lo político indicaba que a la oposición de entonces no le sería fácil ganar aquella contienda. ¿O no hablaban todas las encuestas ­todas, subrayo­ de su derrota? ¿No andaba claramente debilitada luego de los colosales errores del 12A y del paro? ¿No incitaba a la desconfianza una dirección política opositora, la inefable Coordinadora Democrática, dispersa y poco disciplinada, sin liderazgo claro, que, por sólo mencionar una "pequeñez", no tenía candidato escogido para las elecciones presidenciales que debían celebrarse 30 días después del revocatorio? ¿Qué futuro inmediato, qué seguridad, qué estabilidad podía ofrecer? Por no hablar del inmenso impacto que en aquellos meses anteriores a la consulta tuvieron las Misiones sobre la conciencia de las mayorías.

Temas para intentar comprender aquel pasado y, así, hacerlo también con nuestro presente.

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