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sábado, 30 de junio de 2012

María Teresa Castillo


ESPERANZA MÁRQUEZ - Tal Cual

El 16 de septiembre del 2000 le hicimos una entrevista a doña María Teresa Castillo en el vespertino El Mundo. Hoy queremos que nuestros lectores disfruten de todo lo que conversamos en aquella oportunidad y sea una sencilla manera de hacerle un homenaje a esta mujer pilar fundamental de la cultura de nuestro país.

Conversar con María Teresa Castillo era sentir que se está recibiendo una transfusión de energía, de voluntad, de ganas de vivir, de optimismo.

Nos recibió en su casa, elegantemente trajeada, muy bien arreglada y dispuesta para, después de nuestra conversación, salir rápidamente a cumplir con otro de sus tantos compromisos que le ocupaban todo el día y todos los días.

María Teresa, ¿usted no se cansa? ­No, mija, yo no me canso. Me levanto, me arreglo y me voy a cumplir con mis compromisos. Aquí en mi casa, mis hijos pelean muchas veces conmigo porque yo voy a todas partes donde me invitan, pero lo hago porque siento que es una obligación, porque muchas de esas invitaciones son de personas, instituciones, embajadas que han colaborado con el Ateneo y siento que es mi deber retribuirles.

La conversación tocó infinidad de temas porque María Teresa Castillo tuvo una vida muy intensa, llena de experiencias extraordinarias producto de una vida plena. Comenzó la entrevista con el tema que me interesa que es la cocina y los conocimientos que tiene sobre ella.

Antes, en aquellos tiempos de mi niñez y mi juventud, era muy corriente en Caracas que familias de buen origen se mantuvieran económicamente haciendo dulces, comidas por encargo para matrimonios, cumpleaños y fiestas familiares.

En mi casa crecí viendo a mi mamá, María Terán de Castillo, cocinando, haciendo dulces para vender. Eran esos dulcitos que ahora es muy difícil encontrarlos: coquitos, merenguitos, almidoncitos, melcochas, y luego salían las empleadas con sus cestas a vender aquella maravilla de dulces.

Nos cuenta Doña María Teresa que cuando joven nunca tuvo oportunidad de asistir a los pocos restaurantes que había en Caracas, era una actividad que no se acostumbraba en su casa. Sin embargo, le interesaba la cocina ya que nació viendo a su madre guisar de una manera que hoy en día ya no se hace.

Hoy en día la comida no sabe igual que antes. Yo recuerdo perfectamente la sazón de mi mamá que era exquisita. Todo lo preparaba cuidadosamente, con los mejores productos y probando, probando.

Ahora la gente cocina y no prueba. ¿Te imaginas eso, Esperanza, cocinar sin probar (Jajaja)?

SE CASÓ SEÑORITA VIEJA 

Teniendo ambos 40 años se casa con el gran periodista y escritor venezolano Miguel Otero Silva.

A Miguel Otero yo lo conocía desde que teníamos como 20 años, era amigo de la casa, nos veíamos, pero nada más. Yo hasta ese momento no había tenido ningún interés en casarme, no me lo planteaba, pero decidimos casarnos porque me lo propuso y porque fue el único hombre en mi vida del que me enamoré, el único hombre que me gustó, que me prendó y como lo conocía perfectamente... era muy bien parecido, muy seductor y que las mujeres lo acosaran no me importó. Lo acepté como era, sin la menor intención de pretender cambiarlo y siempre he pensado que si se casó conmigo, por algo sería. ¿No te parece? Luego de casarse con Miguel Otero Silva, olvidó la cocina que había aprendido en su casa materna. Tampoco frecuentaba restaurantes porque lo que les interesaba eran las artes, reunirse en casa con pintores, escritores, artistas y, como es de suponer, ya tenía una cocinera.

Esta mujer admirable se mantiene con esa fuerza juvenil porque siempre tuvo una vida rica en experiencias y ama la vida.

Vivió toda la época del General Gómez, pero fue después del año 1928, que comenzó el movimiento estudiantil, cuando las cosas empezaron a sacudirse. Junto con Carlos Eduardo Frías, Inocente Palacios y otros, formaron un grupo que se llamó Grupo Cero de Teoréticos. Era un grupo que se reunía en casas de familia donde se hacían conferencias, se tocaba piano, violín, pero que tenía, indudablemente, un interés político.

LOS AMIGOS 

Mientras pueda vivir, nada más grato que el encuentro con los amigos, es una maravilla, te hacen sentir que realmente estás viva. He sido amiga de grandes artistas como Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Rafael Alberti, Jesús Soto. Cuando murió Pablo Neruda, Matilde, su mujer, llamó a Miguel Otero para decirle que la ayudara a organizar el último libro de su marido que había quedado inconcluso. Era nada menos que Confieso que he vivido . Matilde se vino a nuestra casa y junto con Miguel, sin agregarle ni una sola palabra a los textos, organizaron todos aquellos manuscritos originales de Neruda, terminaron el libro y se publicó.

La conversación con doña María Teresa Castillo, se extendía y estaba llegando la hora de irse a su otro compromiso, pero no podía dejar pasar otro tema que la apasionaba: el Ateneo. En esa época la presidenta era Ana Julia Rojas, que ya tenía muchos años ocupando el cargo, y le propuso a María Teresa que lo presidiera.

Yo no sabía nada de eso, nunca había gerenciado nada que no fuera mi casa, pero Miguel Otero me dijo que lo aceptara que él me ayudaba. Eso fue en 1958 y hasta el día de hoy mi vida ha sido el Ateneo de Caracas, del cual me nombraron Presidenta Vitalicia.

HE VIVIDO COMO HE QUERIDO 

He vivido como he querido, he hecho hallacas para vender con mi amiga de siempre Antonia Palacios, la primera mujer Premio Nacional de Literatura en Venezuela; he sido amiga de los más destacados escritores, pintores, artistas de nuestro país y del mundo; he cantado, tocado piano, pertenecí al Orfeón Lamas, dirigido por el maestro Sojo, canté en el coro dirigido por Juan Bautista Plaza y hasta estuve presa un año en el 37, cuando López Contreras, por comunista, pero no puedo negar que fui muy bien tratada, pues estuve todo ese año en la casa de la familia del Jefe Civil de La Pastora.

He sido comunista y sigo pensando igual y no me importa lo que la gente especule de mí.

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