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viernes, 22 de junio de 2012
LA OTRA ENFERMEDAD
OSWALDO BARRETO - Tal Cual
Si por fascinación entendemos la atracción irresistible que ejerce sobre nuestra mente cualquier fenómeno, podemos asegurar que en Venezuela la enfermedad ha devenido el asunto que por excelencia nos fascina. Para afirmarlo no requerimos de encuestas o de enjundiosas investigaciones: conocidos libreros, columnistas de todos los medios y miembros de todas las redes sociales tienen todas las pruebas que lo corroboran.
Pero este interés nacional, ya de por sí altamente apreciable por cuanto testimonia que no estamos tan fragmentados como para que no podamos seguir identificándonos como una sola sociedad; esta común preocupación de los venezolanos, si bien llegamos a vincularlo con las manifestaciones de nuestra vida personal y de la vida del país, no podemos negar que tiene un origen muy puntual: las dolencias físicas de las que padece el Presidente Chávez.
Desde que nos enteramos de esta situación, todos quisiéramos saber en qué consisten exactamente esas dolencias, cuáles serían sus pronósticos y, en definitiva, cuáles serían sus infinitas consecuencias.
A la sombra de esta general preocupación por la enfermedad que padece el presidente Chávez, nos hemos topado con artículos, libros, tratados que hablan de las enfermedades que han padecido, desde remotos tiempos y hasta ahora, presidentes y jefes de Estado de todas las áreas del planeta. Y de este general encuentro sobre lo que ha sido la enfermedad en los hombres de mayor poder, tenemos resultados diarios en todos los medios de comunicación.
Sólo que estos resultados parecieran indicarnos que únicamente nos preocupa la enfermedad física del Presidente.
Pero hay otro tipo de enfermedad, otro tipo de dolencias que suelen abatirse contra personas que ejercen los más altos poderes. Y dentro de esta amplia gama de dolencias mentales, hay una, absolutamente propia de presidentes o jefes de Estado, pues se abate sobre ellos luego de haber llegado al poder, así hayan sido antes de ocupar estas funciones personas sanas y saludables. Se trata de la famosa "enfermedad del poder" o hybris (voz griega que significa desmesura, perturbación enorme de la personalidad y que para este uso ha sido recuperada en los idiomas latinos).
"Pérdida del sentido de la realidad, intolerancia ante la discusión o cualquier manifestación de contradicción, acciones bruscas y arbitrarias, obsesión de su propia imagen y abuso de poder" "trastornos mentales que pueden llevar, como en los bien estudiados casos de Stalin y de Hitler, a buscar mantenerse en el poder a como dé lugar y a trazarse objetivos de gobierno o medios para lograrlos, guiados exclusivamente por la voluntad personal".
Trastornos mentales que suelen ser mucho más graves que el peor de los trastornos somáticos. Y esto por múltiples razones desoladoras. Así, no tienen cura conocida en el campo de la medicina, ni siquiera en el vasto campo de las siquiatrías; suelen confundirse con conductas y acciones perfectamente legales y plausibles y cosa aún más importante llegan hasta doblegar e imponerse a los trastornos físicos y servirse de ellos.
Hay, sin embargo, otra diferencia, que nos aleja de la desesperación o el miedo. Sucede que ante la enfermedad física, la voluntad de los gobernados, la voluntad del hombre algunas veces no puede hacer nada, ante la hybris de los gobernantes, siempre queda la voluntad de existir y el derecho a la rebelión.
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