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jueves, 24 de mayo de 2012
Los leninistas cubanos y otros
EDUARDO VÁSQUEZ - Tal Cual
Los que van a La Habana a recibir clases de marxismo lo que en realidad reciben es clases de leninismo. Marx no es un filósofo fácil de leer. Dentro de la izquierda venezolana no hay trabajos de investigación sobre Marx. Para ello, debían haber estudiado a Hegel.
Nuestro teórico más importante lo rechazó de plano, sobre todo a su dialéctica, estructura de toda su filosofía. Y aceptaron sin ninguna crítica la interpretación de Engels según la cual la dialéctica era "la ciencia de las leyes generales del movimiento". Cuando oímos hablar a los funcionarios del gobierno, sentimos confirmados lo que decimos: repiten lo que dice Lenin. Así, la ministra Hanson opinó que rechazaban al individualismo porque eran indiferentes a los otros y a la suerte colectiva. Allí entran sobre todo los intelectuales burgueses y pequeños burgueses. Es conocido de todos que Lenin sostuvo que los intelectuales burgueses eran los únicos capaces de elevar a los proletarios a la conciencia de su tarea, como antes lo aportaron a la burguesía. Pero, advierte Lenin, esos intelectuales se funden en el partido. Los que no lo hacen forman una especie detestable, la de gente que cree ser seres pensantes. Pretenden sacar de sí mismos sus juicios, son histéricos, propicios a la sensiblería, les repugna la violencia y por eso permanecen ciegos a las tareas de la revolución. Pero a quien apunta realmente Lenin, a través del intelectual o del pequeño burgués, es al individuo, del cual, como ya dijimos, sólo retiene la indiferencia por los otros y por la suerte colectiva. Pero, el último blanco es todo modo de sociabilidad capaz de escapar del control del partido, toda asociación que sería signo de una iniciativa independiente, toda relación, toda comunicación cuyos efectos serían imprevisibles.
En consecuencia, Lenin se apresura a limitar la libertad de prensa: nada es más peligroso que la existencia de un circuito de la palabra pública (Claude Lefort). Entre febrero y octubre de 1917, tuvo vigencia la libertad de asociación y la libertad de expresión, y el derecho de resistir a la opresión. Se espera que la Constitución garantice las libertades fundamentales.
Pero tan pronto como los bolcheviques ganaron la fuerza para disolver a los mencheviques, a las socialistas revolucionarios, a los anarquistas, no sólo ponen fin al pluralismo político, no sólo se afirman como partido único, sino que se atribuyen la autoridad, para decidir tanto la vida económica como la de la familia, las costumbres, la sexualidad, la educación, la literatura, y luego, con Stalin la competencia del partido se extenderá hasta la genética. Para ellos, se hace insoportable la sociedad civil, en la cual los individuos, más que coexistir, se comparan entre sí, y son capaces de modificarse por el contacto recíproco, por las opiniones, las creencias y los intereses divergentes. En ella, pueden desarrollarse campos de actividades cuya relación escapa a toda apreciación y es capaz de hacer fracasar el voluntarismo y el constructivismo de los dirigentes del Estado. No se trata sólo, como cree la ministra Hanson, de un individualismo indiferente a los otros y a la suerte colectiva.
Se trata de que ese individualismo, en su relación con los otros, es resistente al totalitarismo. Es por esto que Lenin estableció para ellos los campos de concentración y la pena de muerte.
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