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lunes, 21 de mayo de 2012

La grandeza política vs la miseria antipolítica


ALIDHA ÁVILA - Tal Cual

Hannah Arendt, quizás la más rigurosa investigadora de las profundidades del infierno totalitario, definía como uno de sus rasgos característicos, el sistemático empeño del poder en resguardar a los ciudadanos de la realidad y de las pruebas de los hechos, anulando así su libertad de pensamiento y de acción. Verdad es que debido a su proverbial incompetencia y a la infatigable resistencia del país democrático, el régimen chavista, a pesar de haberlo intentado sin desmayo durante estos trece años, no ha podido implantarse como un régimen totalitario, pero basta asomarse a eso que llaman sistema nacional de medios públicos, donde ninguno de los conflictos que laceran nuestra cotidianidad tiene cabida, para darse cuenta de la monumental operación de manipulación de la realidad que el régimen intenta llevar a cabo. Ahora bien, si lo real, lo que existe de verdad, desmiente tan descarnadamente a la mendacidad sistemática del régimen, ¿por qué la mitad del país se deja engañar todavía? ¿Servidumbre voluntaria, como diría La Boétie? ¿Autoengaño como coartada moral para poder sobrevivir, como señalara Arendt? Preguntas cruciales sin cuyas respuestas difícilmente saldremos del trágico laberinto en el que estamos atrapados.

Diera la impresión de que Capriles atisba el camino. Su colosal esfuerzo, que me atrevo a definir como civilizatorio en términos políticos y que pareciera no haber sido valorado en toda su dimensión por algunos sectores de la Unidad, de recorrer el país para establecer un diálogo directo con los ciudadanos, es la manera Política, así, con mayúsculas, de desmontar la caótica y descomunal farsa antipolítica en que ha devenido este régimen.

Frente al atroz y uniforme déficit conceptual del griterío chavista, Capriles muestra templanza, prudencia y una voluntad de hierro para unir a los venezolanos en torno a valores republicanos como alternabilidad del poder, independencia de los poderes, gobierno para todos. Donde el candidato del PSUV apuesta por polarizar, el candidato de la Unidad intenta reagrupar alertándonos de que no debemos tratar a quien defiende una posición contraria como un enemigo, pero que, sin embargo, no todas las opiniones son respetables.

Mientras el candidato del oficialismo soborna impúdicamente a los más necesitados con las dádivas del Estado, Capriles reafirma que su precio nunca puede ser la pérdida de la dignidad individual.

Donde uno señala el caos y recurre a la retórica negativa, a la división y al odio, el candidato de la democracia propugna la convivencia y la esperanza.

La miseria antipolítica vs la grandeza de la política. Así de simple, así de complejo.

La justa electoral a la que todos estamos convocados el próximo 7 de octubre, no enfrenta a dos contendientes en igualdad de condiciones y con reglas de juego claras. No.

Un ciudadano, Henrique Capriles Radonski, legitimado por tres millones de venezolanos, se enfrenta a todo un Estado, cuyo jefe y la camarilla que mantiene secuestradas las instituciones, exhibiendo dosis de cinismo nunca vistas y ningún escrúpulo moral ni ideológico, están dispuestos a todo por retener el poder. Si ese ciudadano, con el concurso de todos los demócratas del país, tiene éxito, Venezuela podrá aspirar a construir un futuro. Si no, continuaremos en caída libre hacia el abismo de la ignominia.

alidhavila@gmail.com

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