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martes, 15 de mayo de 2012

La ciudad, la ley, el socialismo


MARCO NEGRÓN - Tal Cual

Lunes 7 de mayo, 8:30 am: decenas de resignados más que pacientes ciudadanos esperan que avance la larga cola que todas las mañanas se forma en la pista este de la Prolongación de la Avenida Las Acacias, entre Bello Monte y la Casanova.

Intempestivamente, a contramano, sube por la pista oeste una motocicleta de la Guardia Nacional cuyo parrillero va Kalashnikov en ristre; se desmonta en la intersección con la Casanova, obliga a los vehículos que ya estaban en la vía a estacionar a la derecha y da instrucciones a los fiscales que controlan el tráfico para que paren a los que esperaban entrar; segundos después, siempre a contramano pero ahora sin obstáculos en el camino, pasa como una exhalación una enorme camioneta gris, sin placas, con vidrios ahumados y escoltada por otras motos de la GN; al superar la Casanova el soldadito del Kalashnikov salta sobre la parrilla de otra moto para garantizar que el camarada jerarca pueda seguir su camino sin tener que soportar las estúpidas colas que la ineptitud de su gobierno hace cada día peores.

A la misma hora, los peatones que se desplazan por la acera norte de la Avenida Libertador entre La Campiña y La Florida(no hablemos de ancianos o minusválidos), tienen que disputar constantemente la calzada con los automóviles porque muchos tramos de aquella están ocupados por materiales de construcción de las obras de la Gran Misión Vivienda; pero peor aún la tiene quien quiera ir de la estación Colegio de Ingenieros al barrio Santa Rosa, la CANTV o el Mercado de Guaicaipuro: como allí no parece bastar la acera, han ocupado también una calle de servicio, invadiéndola con maquinaria. ¿Por qué puede hacer el gobierno lo que muy justamente se prohíbe y sanciona ­si lo hacen­ a los privados? Con la misma excusa, invadiendo zonas residenciales, se instalan concreteras por toda la ciudad; un ministro descalifica políticamente a quienes las denuncian -derechistas desestabilizadores- y afirma que no contaminan ni generan molestia alguna; sin embargo, no muestra los estudios de impacto ambiental y de tráfico que respalden su palabra y que se le exige a cualquier vecino que pretenda instalar un simple cobertizo.

Los anteriores son tres ejemplos de ética socialista del siglo XXI vinculados a la dinámica urbana, pero no son diferentes de los que, en la esfera judicial, han exhibido en estos días los exmagistrados Aponte Aponte y Velásquez Alvaray. Como agudamente ha observado Leonardo Sciascia, "Una ley, por más inicua que sea, es siempre una forma de la razón: para alcanzar el fin de extrema, definitiva iniquidad, los mismos que la quisieron y que la hicieron, están obligados a prevaricarla, a violentarla. El fascismo también era esto: un sustraerse a sus propias leyes. Igualmente, y aún más, el comunismo de Stalin".

marco.negron@gmail.com

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