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sábado, 12 de mayo de 2012
Este no es el título
GREGORIO SALAZAR - Tal Cual
A usted que imperiosamente busca escapar de la vorágine política, que busca un respiro en esta neurosis que irá in crescendo durante los cinco meses que nos separan de las presidenciales. A usted, acosad@ por una jauría de medios y propagandistas, que le hacen sentir hackeada para siempre su tranquilidad, va esta historia que por unos minutos lo alejará de tanta diatriba y agotadora polarización.
A comienzos de los 60 el hipismo era un furor en Venezuela. La inauguración en el 59 del hermosísimo Hipódromo La Rinconada, la importación de caballadas sureñas, la Triple Corona ganada por el fenomenal criollo Gradisco y las carreras televisadas fueron determinantes en esa fiebre. Cada fin de semana, el "5 y 6" desataba en la mente de los venezolanos sueños de las mil y una noches.
Maracaibo tenía el hipódromo de La Limpia y lo demás eran carreras sabaneras. Surgió entonces en Paraguaná, más exactamente en Punto Fijo, el deseo de dueños de hatos y comerciantes de tener un hipódromo. No como el de La Rinconada, ¡por Dios!, pero sí un óvalo para competir con sus caballitos en aquel poblado, flanqueado por dos grandes refinerías, pero sin mayores entretenimientos. El terreno elegido fue uno del cual habían desalojado a la Mene Grande Oil Company, después que un rayo cayó sobre un tanque de petróleo, lo incendió y la gente huyó despavorida temiendo una explosión.
Yo vivía tan cerca que el gran fogaje descascaró la pintura de mi casa, pero no sufrimos las horas de terror de nuestros vecinos por andar de vacaciones. Maravillado presencié el surgimiento de la nueva instalación hípica, cuyo óvalo se cavó con una pasada de Caterpillar y se rellenó con arena de playa El Pico. Listo el provinciano coso, los domingos fueron emoción y jolgorio.
En las primeras carreras los propios hacendados montaron sus caballos con sillas de faena, ensombrerados, con chaparros y estribos que casi rozaban la pista.
Pero al poco tiempo llegaron de occidente jockeys de botas, fustas, cascos y sillines profesionales, y los caballitos criollos fueron sustituidos por purasangres reciclados de La Limpia, antes reciclados de La Rinconada, que a su vez había tomado competidores del viejo hipódromo de El Paraíso.
Al venir cada carrera, los muchachos nos ubicábamos en medio del óvalo, que no tenía jardinerías sino chapopotes de petróleo dejados por la trasnacional imperialista. Vi cambiar zapatos Lucas empegostados de crudo por alpargatas de medio uso. En el improvisado óvalo, a la orilla de la pista esperábamos la largada, seguíamos con la vista los corceles hasta la primera curva y arrancábamos a correr hacia la recta de enfrente para esperar la pasada del pelotón, y ya cuando entraban a la última curva corríamos hacia la meta para ver la llegada. ¿Me creerán que los caballos terminaban menos cansados que nosotros? De esos tiempos, que adoro, hubo una carrera inolvidable. Cinco ejemplares serían de la partida. "Numeral", anciano y descomunal alazán tenido por el de mayor alzada que había corrido en Venezuela. El zaino "Pachi Gorriti", nombre que gracias a Google descubrí mucho después era el de un coronel argentino de la Independencia, velocísimo en los traqueos pero no partía en competencia. "Embromado", bautizado así por su dueño Juan de Dios Lugo, debido a que por una lesión tenía en su remo anterior izquierdo una redondez del tamaño, sin exagerar, de una bola de bowling. "Despreciado", de Chucho Pelayo, quien lo adquirió cuando nadie lo quiso. Y la yegüita "Admiración", que había pasado por varios dueños sin haber retornado la inversión.
¡Partida...! Y allá sale "Embromado" a tomar la punta, seguido muy de cerca por "Numeral", tercero "Despreciado", a dos cuerpos "Admiración" y, como siempre, no partió "Pachi Gorriti"... Lo foeteaban por la derecha y el empinado trasero del jinete quedaba apuntando el Cabo San Román. Si lo foeteaban por la izquierda, anca y culo quedaban proyectados hacia el cerro Santa Ana. Entran en la recta de enfrente, con "Embromado" siempre adelante cuando ¡al coño! su pata lesionada lo hace caer despatillado en medio de la pista y con éste tropezó "Numeral". Marcial Arámbulo, con su chaquetilla de franjas verticales blancas y sepia, surcó el cielo paraguanero convertido en el primer "hombre bala" visto en la región. Con los dos anteriores tropieza y rueda también "Despreciado", lo que dejó a "Admiración" dueña solitaria de la carrera. Mientras los caballos se levantaban y arrancaban hacia predios playeros, pasó lo inesperado: "¡Señores, partió Pachi Gorriti!", se oyó por el altavoz. Al galope tendido se devoraba la pista. Una exhalación. Una tromba...
Casi la alcanza el de nombre militar, pero ganó "Admiración". Jadeaba recostado del botalón que hacía de meta, cuando vi un bululú en medio de la pista. Me acerco. Sobre la arena yacía colapsada la pobre "Admiración". Se dijo que le habían metido una "bomba", un doping, que no resistió. En síntesis, no creo que en el mundo del turf se haya visto jamás tamaño despelote.
Creía cumplido el serio compromiso de distraerlo de la política con esta remembranza, cuando me tocó titular. Escogí, seguramente víctima del inconsciente: "La revolución va al hipódromo". No servía, era negar de entrada lo que nos propusimos, lo que le ofrecí. Le di y le di, pero no salió otro. Imposible. Me perdona: para no fallarle del todo, puse lo que está arriba y dejé esa vaina así.
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