Amarra tu locura, doma tu sombra

JAIME BELLO­LEÓN - Tal Cual

Esta es la hora de la templanza. Este es el minuto de la sabiduría. Este es el segundo de la calma y la cordura. El camino andado, en términos políticos, nunca es acumulativo. Se puede haber obrado muy bien por diez años y, de pronto, un desliz, un gaffe, una idiotez, tira por la borda todo lo hecho. De modo tal que los opositores venezolanos no podemos caer en las redes ya dispuestas para que nos equivoquemos y cometamos un error que nos puede costar demasiado caro.

En los últimos días, como siempre ocurre cuando uno asiste al ocaso de un régimen, los rumores han cogido calle, ganado cuerpo, y han volado alto, generando una especie de locura colectiva donde ya no es posible discernir entre lo cierto y lo falso, entre lo probable y lo imposible. La tentación frívola de seguirle la corriente a estos productos salidos de los laboratorios de salvación es muy grande, porque los nervios están a flor de piel y porque se empieza a mezclar el deseo, la fantasía, con lo prudente, con lo necesario y con hechos ciertos que desconciertan. Sin embargo, en nosotros está el pisar o no el peine y el lanzar o no por la borda lo positivo que hemos cosechado.

El actual líder de los opositores venezolanos ha demostrado tener tino, pulso, olfato, conocimiento y apresto para manejar estos escenarios difusos y resbaladizos. Henrique Capriles Radonsky ha entendido que él no está allí, en el ojo del huracán, para complacer estómagos impulsivos y ponerse a responder bolserías. Él sigue su ruta y no han logrado sacarlo de sus casillas pese a todas las provocaciones y a pesar de que en su mismo bando hay más de uno tentado a caerse por el precipicio, por estar oyendo el canto de sirenas desafinadas y por estar atendiendo sentimientos subalternos de venganzas y oportunismos.

Aquí sólo nos sacarán de la ruta democrática si caemos en el jueguito de lo banal y si damos cabida a escenarios paralelos. Los revolucionarios, después de tener catorce años nadando sin limitaciones por las aguas turbias del dinero robado, enceguecidos con los destellosdel populismo, sintiéndose invencibles y más poderosos que los dioses, gracias a sus manipulaciones demagógicas, se están ahogando en su propia orilla y no les queda otra que apostar con fe ciega a un milagro para que su líder no pierda la vida, literalmente, en manos de los médicos cubanos.

Tenemos la opción de caer en la histeria de los rumores y de los escenarios fallidos o perseverar en la ruta de la templanza, del trabajo duro y exigente con el que podemos salir de este oscuro sitio donde caímos por no saber medirnos y por esa vieja altanería, tan propia de nuestro carácter, que nos confunde y nos ha impedido ejercitar la ciudadanía.

Nos queda, entonces, trabajar nuestra propia locura para actuar con tino. No pido más.

@jbelloleon