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lunes, 30 de abril de 2012
EN EL DÍA DEL TRABAJO
DEMETRIO BOERSNER - Tal Cual
demboers@gmail.com
En su día de solidaridad del año 2012, los trabajadores manuales e intelectuales del mundo enfrentan situaciones de angustia y de desconcierto. La economía global se encuentra en crisis. Mientras Norteamérica da algunas señales de recuperación, los otros dos centros tradicionales del capitalismo desarrollado Europa y Japón se mantienen en recesión o al borde de la misma. Las nuevas potencias emergentes encabezadas por el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han mostrado hasta hace poco una fuerte tendencia al crecimiento que contrarrestaba la recesión de las economías viejas, pero en el período más reciente también dan algunas señales de desaceleración. El aspecto más grave de la crisis es la expansión incontenible del desempleo y del subempleo, sobre todo en los países de desarrollo escaso o mediano del Sur de Europa, entre ellos Grecia y España. Incluso en Estados Unidos, donde hay recuperación productiva, esta no está logrando poner cese al deterioro de las condiciones laborales.
La tendencia recesiva se agrava por el hecho de que en el mundo occidental sobre todo en Europa predominan políticas conservadoras empeñadas en combatir ante todo la inflación y la depreciación monetaria (fenómenos secundarios que acompañan la tendencia recesiva fundamental), en lugar de entender que la caída de la producción y del empleo constituye el mal principal, que afecta y destruye la existencia y las esperanzas de millones de personas y amenaza las bases más esenciales de la cohesión social. Ante esta política de austeridad y de frenos al crecimiento, aplicada por la derecha gobernante empeñada en proteger a intereses financistas más que en crear puestos de trabajo, infortunadamente se están quedando sin respuesta las fuerzas del trabajo organizado.
En el transcurso de los pasados tres cuartos de siglo, el sindicalismo y su manifestación política la izquierda democrática han ido perdiendo su capacidad de respuesta a las ofensivas de los intereses financieros privilegiados. Primero el nazifascismo exterminó físicamente a sus más aguerridos dirigentes internacionales. Luego la Guerra Fría y la amenaza estalinista llevaron a la próxima generación sindicalista y socialdemócrata a pactar con la derecha para defender libertades políticas esenciales, y la acostumbraron a confiar en acuerdos burocráticos. Finalmente, las trasformaciones objetivas de la producción nuevas tecnologías, el reemplazo del trabajo físico por el conocimiento y de la fábrica por redes descentralizadas golpearon al sindicalismo tradicional y aún no han dado origen a eficaces moldes nuevos para la necesaria defensa internacional de los derechos de las mayorías laborales, enfrentadas a una ofensiva sin precedentes de quienes sobreponen la estabilidad financiera a la inclusión social.
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