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sábado, 28 de abril de 2012
Cadenas de mando
ALONSO MOLEIRO - Tal Cual
1 Optimizar el rendimiento de los recursos naturales de la tierra, incorporar a las mayorías desempleadas al proceso económico, diversificar la economía promoviendo el desarrollo sustentable. Consolidar en el empresariado, especialmente en las multinacionales, una sólida cultura vinculada al compromiso social y la defensa del ambiente, enraizada entre la gente, que supere con creces los fuegos artificiales de la retórica y el ejercicio de relaciones públicas.
Fortalecer los espacios multilaterales; el asentamiento de instituciones funcionales por encima de los caprichos personales. Entendidas éstas como la expresión acabada de la suma de procedimientos y protocolos en los cuales se han acumulado experiencias de carácter patrimonial que han comprometido el esfuerzo y testimonio de muchos seres humanos. El redimensionamiento del sector público en los estados nacionales, como depositario de la voluntad general y hábitat natural de la política.
Venezuela podría estar participando en este y otros de los apasionantes debates que forman parte de la agenda del mundo moderno. No lo hace: permanece postrada ante una estéril disputa, que genera como subproducto un debate público de pobrísima calidad, cuyo corolario son las poco comentadas y patéticas sesiones del lamentable parlamento con el cual contamos.
Caja de resonancia de la voluntad ciudadana, hoy copado por una precaria minoría fanática, indigente en términos doctrinarios, empeñada en imponerle al resto de la nación los subproductos aislados de una corriente de pensamiento, el comunismo, cuyos fundamentos han sido superados por la realidad en todo el mundo.
2 No tiene oxígeno la nación para que sus políticos e intelectuales fijen posición en torno a algunos de los insumos conceptuales esbozados someramente líneas atrás. Esto a pesar de que sobran cerebros capaces de abonar criterios en estos y otros derroteros. Todas nuestras energías parecen concentradas en argumentarle a nuestros adversarios, frente a toda la nación, lo elemental. Eso que todo el mundo ha comprendido. Que no habrá gestión pública destinada a desarrollarse sin oxigeno al sector privado; que todos hemos tenido suficiente con las ingentes cantidades de dinero invertido en proyectos colectivistas destinados a fracasar. Que el estado y el mercado no son realidades antitéticas, sino complementarias, y que tal hallazgo está recogido en la Constitución Nacional. Que tal postulado no tiene nada de neoliberal, y que quien afirme lo contrario sencillamente no sabe qué es el neoliberalismo.
´ Que el dinamismo económico y la autonomía de los agentes sociales en la obtención de recursos no son elementos que deben conspirar en contra de una agenda social ambiciosa. Que no habrá manera de generar empleos estables sin una agresiva política destinada a atraer inversiones extranjeras y que comienza a ser una emergencia quitarle a la nación ese perfil hostil, arisco, violento y anarquizado que lo único que ha hecho es aislarla y empobrecerla en todos los aspectos.
Venezuela tiene algo más que un gravísimo problema de seguridad ciudadana.
Es una nación con un aparato productivo en la ruina; en la cual nadie que no esté loco se atrevería a invertir un bolívar, vista con desconfianza en casi todos lados. Con un enorme rezago en materia de infraestructura y con una crisis de servicios pasmosa, digna de los sótanos más oscuros del tercermundismo. Traigamos a colación, al respecto, únicamente las cíclicas crisis eléctricas, de cuatro y cinco horas en todo el país, salvo Caracas, gestadas en tiempos paradójicos de bonanza petrolera.
3 Las secuencias de estatizaciones y expropiaciones que ha contemplado el país, especialmente desde 2007, persiguen un objetivo que, a mi entender, sobrepasa el aspecto económico.
Traen consigo un objetivo ulterior mucho más delicado, ambicioso y definitivamente más complejo: restarle autonomía y movilidad a la sociedad civil transfiriendo la orientación de la propiedad hacia un único patrono. Friosa, Sidor, Agropatria, Lácteos San Simón, Vencerámica, Cemex, Fertinitro, Venoco. CANTV, Tves, Banco de Venezuela. Poco parece importar que la determinante mayoría de ellas esté convertida en chatarra, ofrezcan saldos en rojo y presenten un vergonzoso balance en el cual queda expresado, de nuevo, como en otras ocasiones en la historia, un fracaso pasmoso y sin atenuantes.
De una estatización a otra: entornos laborales, nóminas y misiones, visiones y valores. El entorno productivo del país pasa desfilando, de uno en uno, para engrosar una realidad en la cual hay una única cadena de mando. Esa en la cual Hugo Chávez Frías es dueño y señor de todas las circunstancias; la única proyección posible de la palabra pueblo, el patrono que paga los sueldos, el jefe, pues, en cristiano; el amo y señor de nuestras voluntades.
Podemos constatarlo en perspectiva: uno a uno, el destino final de los bienes que se ha ido fagocitando el gobierno bolivariano. Al gobierno parece que no le importa lo mal que lo hace. En su paciente bordado se consuma la destrucción nacional inflando nóminas y ofreciendo un futuro imposible de cumplir. Colocando empleados leales, reorientando la visión estratégica de estas sociedades mercantiles para ir engrosando un poderoso emporio con un único jefe.
Entretanto, si el país se lo permite, si se cruza la alcabala del siete de octubre sin ser desenmascarado, una sociedad arrodillada, estatizada, expropiada, terminará completamente a sus órdenes.
Esa es la verdad que descansa detrás de toda la cantaleta en contra de "los poderosos". "Poderoso", se uno Miraflores, aquí sólo puede ser uno.
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